martes, 31 de mayo de 2016

La mujer en la literatura argentina: Eduarda Mansilla

Eduarda Mansilla Ortíz de Rozas en 1860
Eduarda Mansilla Ortíz de Rozas en 1860
Hubo muchas mujeres que se destacaron en el siglo XIX :autoras como Juana Manuela Gorriti, Eduarda Mansilla, Rosa Guerra y Juana Manso, que por un lado  discutían a su manera el problema nacional, por ejemplo con el motivo de la Cautiva o el tema gauchesco, por otro lado se insertaban en la incipiente discusión feminista de la época, con problemas como la educación de la mujer.
Voy a  hablar hoy sobre Eduarda Damasia Mansilla Ortiz de Rozas de García (Eduarda Mansilla)(1834 - 1892) ,una escritora argentina del s. XIX, precursora en su género, cuya obra transcendió el ámbito nacional mereciendo el privilegio de ser traducida a otros idiomas y que es sin duda, una de las primeras mujeres argentinas, que logra un nombre y una gran consideración por su labor literaria.
Eduarda Mansilla de García. Washington 1870La escritora  pertenecía a una verdadera elite social, política y cultural. Su madre era la hermana menor de Juan Manuel de Rosas: Doña Agustina Ortiz de Rozas quién por su belleza y espiritualidad, mereció el elogio unánime de sus contemporáneos. Su padre fue el general Lucio Norberto Mansilla, importante figura pública. Eduarda era sin dudar, la sobrina predilecta de Rosas y brilló desde niña en la enorme casa de San Benito de Palermo, junto a su prima Manuelita Rosas, a su madre Agustinita y a su hermano, Lucio Victorio Mansilla.
Su primera obra literaria, es una novela: “El médico de San Luis” editada en Buenos Aires en 1860 y firmada bajo el seudónimo de Daniel, lo que la convierte en la primera novelista argentina. Esta obra comienza a mostrarnos a una sagaz literata que describe ambientes con maestría –vida provinciana hacia 1860- y que diseña caracteres con la sapiencia de una experimentada escritora. No nos olvidemos que muchas veces, las escritoras utilizaban seudónimos masculinos para sus obras. Como ejemplos, cito a:
CURRER BELL (CHARLOTTE BRONTË) ,FERNÁN CABALLERO (CECILIA BÖHL DE FABER Y LARREA), GEORGE ELIOT (MARY ANNE EVANS), GEORGE SAND (AMANDINE AURORE LUCILE DUPIN),y hasta la famosísima y actual  ROBERT GALBRATH (J.K.ROWLING) entre otras.
Manuel Rafael y Eduarda con Eda y Manuel José_1861
En el mismo año, nos regala otra novela: Lucía Miranda (dedicada al personaje femenino del fuerte de Sancti Spiritu, primer asentamiento europeo en Argentina), también firmada bajo el pseudónimo de Daniel. Lo mismo hizo en el periodismo, además de Daniel utilizó su seudónimo “Alvar”-
Editó en París, una novela en francés titulada: “Pablo ou la vie dans les pampas”. Junto a Juana Manso y Juana Manuela Gorriti, ostenta el privilegio de ser una de las primeras escritoras argentinas y pionera en el género de Cuentos Infantiles. Eduarda Mansilla da a conocer "Cuentos" primera obra literaria del género cuentos infantiles publicada en la Argentina, que incluye siete cuentos infantiles, un relato supuestamente biográfico -"Tío Antonio"- y un artículo de costumbres -"Pascua"- sobre los festejos navideños en Estados Unidos y París. La propia Eduarda Mansilla, en el prólogo, se enorgullece de ser una de las pioneras de las letras argentinas para niños. La obra mereció un cálido elogio por parte de Domingo Faustino Sarmiento, quién le dedica un extenso artículo en el Nacional de abril de 1885 donde resume su obra: "Eduarda ha pugnado como mujer diez años por abrirse las puertas cerradas a la mujer, para entrar como cualquier cronista o reportero en el cielo reservado a los escogidos machos, hasta que al fin ha obtenido un boleto de entrada, a su riesgo peligro”.
Mansilla_CuentosLa prensa dio al evento de su matrimonio con Don Manuel Rafael García Aguirre,  el pomposo título de “la unión de Romeo y Julieta”. Su esposo era destacado jurista y diplomático argentino, hijo del estadista y diplomático Manuel José García, quién era un leal opositor de Rosas pese al parentesco de su mujer Doña Manuela Aguirre, con los Ortiz.Tuvieron seis hijos-
Un día no fue suficiente:  en 1879 sobrevino lo impensado: con 45 años, Eduarda plantó marido y niños en Europa y se trasladó, solita y sola, a Buenos Aires. Se había cansado de jugar en la corte de Napoleón III (el destino de su marido entonces), de visitar la de Sissi y soportar pedidos para convertirse en la exótica de turno. Quería dedicarse a escribir y quemó los barcos. Empleó sus medios económicos, para publicar su creación literaria y lograr el conocimiento público de sus obras y la búsqueda de la crítica que le permitiera crecer como literata. Fue una de las pocas escritoras argentinas del siglo XIX que tuvo la posibilidad y el privilegio de publicar sus trabajos.eduarda-mansilla-lucia-miranda-921801-MLA20413253873_092015-O
Entre sus obras, podemos mencionar :El médico de San Luis (1860) Lucía Miranda. Pablo, ou la vie dans les Pampas. (1869) ParísCuentos (1880) Buenos Aires: Imprenta de la República.Recuerdos de viaje (1882)Creaciones (1883) Buenos Aires.Un amor (1885) Buenos Aires..Los Carpani (1883).La marquesa de Altamira (1881) Ajenas culpas(1883).El Testamento(1885) Drama en prosa.La Batalla de Santa Rosa.Marta (1873) Novela inédita.Cuentos fantásticos (1874) Inédito.
Entre sus Composiciones musicales para canto y piano:
Une larme (Romanza) Légende (Canción)220px-Creaciones_de_Eduarda_Mansilla_de_García_1883
Espoir en Dieu (Canción)
Brunette (Balada)
Yo no sé si te quiero (Canción sudamericana)
Se alquila (Bolero para canto)
La jaulita dorada (de Cuentos, 1880)
Había una vez cierta jaulita dorada, que desde el día en que salió de la fábrica que le dio forma, se lo pasaba descontenta, fastidiada y triste. (...) Cierta tarde entró en el almacén una dama, conduciendo por la mano a una preciosa chiquilla. Y poco después oyó la impaciente jaulita estas palabras mágicas: “¿Tiene Ud. una jaulita muy bonita para un canario cantor?” (...) Pasan los días, días de ventura y de dulce paz. El canario se acostumbra a su jaulita, salta, brinca, come, desparrama pródigo el alpiste, frota el agudo pico contra las doradas barritas, baña su cuerpo delicado en los misteriosos retretes y desde que asoma el día canta y trina alegremente. ¡Cómo dar idea cabal de tanta dicha!
 (...) Cuando a la mañana siguiente vinieron a poner en orden el suntuoso salón, llegó graciosa y afanada la dueña del canario, como de costumbre, a saludar a su favorito con un fresco cogollo de lechuga. ¡Desolación! “¿Dónde está mi pajarito?” Agudo grito de espanto se escapa del pecho de la niña juguetona. “¡El gato!”, exclama con acento doliente y el llanto anuda su voz. “Ah, tú puedes llorar”, piensa para sí la desdichada jaulita. “¡Cuán feliz eres!”
“Que se lleven esa jaula”, dice una voz airada, e invisible mano mueve a la desdichada jaulita, arrastrándola quién sabe a dónde...
Hay en las casas ciertos sitios misteriosos, apartados, recónditos, que nunca visita el sol ni los niños; donde las arañas tejen sus redes prisioneras, sin que nada turbe su incesante tarea.
(...) Allí pusieron, o mejor dicho arrojaron con desdén, a la pobre jaulita, sobre un baúl añejo y polvoroso. Nadie pensó en remover con mano piadosa unas plumitas amarillas salpicadas de sangre, unas pobres patitas yertas y un piquito amarillento.
(...) “Yo me la llevaré, si es que la señora me la da –dijo el buen Camilo–. Y aseguro que los gatos no han de llegar a tocarla. En mi casa no hay gatos traidores, los pobres sabemos cuidar nuestros tesoros.”
Sintió una dulce emoción la bella jaulita, y cuando la luz franca del sol hizo brillar sus dorados alambres se estremeció de dicha.
Bajaron las escaleras en pocos pasos; las campanitas hacían oír grato tilín y a breve andar llegaron a una modesta y pequeña estancia, que fue del gusto de la jaulita. En un abrir y cerrar de ojos, quedó limpia, brillante y sin asomo de la pesada tragedia. Un jilguerillo travieso y juguetón reemplazó en ese mismo momento al malogrado canario, con gran satisfacción de la sensible jaulita. Es fama que el jilguerillo alcanzó largos días y que la bella pagoda de campanitas rojas como la flor del granado, después de la no interrumpida felicidad con su travieso huésped, albergó a una parlera cotorrita, con la cual no tuvo nunca ni un sí ni un no...
Silvia 

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