Ya habían desocupado la última oficina en el
primer piso y todavía quedaba una pila de papeles que volaban de un lado a otro
del enorme salón, donde días atrás el sonido de las impresoras y los teléfonos
cortaba el silencio de las siestas.
La química estaba ahí desde 1928 y ya
mostraba, hace tiempo signos de vejez, que se acentuaron aún más cuando vino la
administración que funcionaba en el sur, a ocupar los rincones que quedaban en
la planta baja.
La obra de desarme estaba prevista para
comenzar ese fin de semana. Un grupo de obreros descargaba herramientas de una
camioneta y las llevaba adentro.
El primer día había sido agotador. Algunas cucarachas acompañaban en el traslado de caños y maderas de arriba abajo. Cuando atardeció, se sentaron a tomar unos mates, algo cansados ya. De repente, se filtró una brisa helada por uno de los vidrios rotos del frente.
El primer día había sido agotador. Algunas cucarachas acompañaban en el traslado de caños y maderas de arriba abajo. Cuando atardeció, se sentaron a tomar unos mates, algo cansados ya. De repente, se filtró una brisa helada por uno de los vidrios rotos del frente.
-
Che escuchaste eso?
-
No, que
-
No escuchaste ese ruido? Cuando
sopló ese vientito me pareció oir a alguien arrastrando algo en el pasillo.
-
Uy no, no me digas que tenés
miedo. Si estamos acá, no se quien va a estar en el pasillo
-
No se, pero yo solo no salgo.
Acompañame al baño
-
Te digo, ni se te ocurra comentar
eso con los que entran a las seis. Te van a volver loco.
Salieron a la calle, tomaron el trencito en
Arata y cuando llegaron a Lemos, se cruzaron con el otro grupo que hacía el
otro turno. Ni una palabra.
El día siguiente estuvieron pendientes de cada
sonido, más allá de los hierros que se retorcían a manos de las amoladoras que
no paraban de hacer destrozos.
Ya se estaban cambiando para salir, cuando uno
de ellos volvió de la ducha má pálido que la toalla que lo envolvía.
-
Yo me voy, escuché el ruido ese, che, y el viento o lo
que sea me rozó la cabeza. Acá hay algo raro. Mirá que en el campo cuando pasan
estas cosas, no es bueno…
-
- Vamos a ver, dijo el otro.
Cambiate y vamos a revisar.
Salieron con una linterna cada uno y por las
dudas una barreta en la mano. Recorrieron pasillos oscuros, donde la llovizna
se colaba por los pedazos de vidrios que quedaron en pie.
Bajaron una escalera y ahí, en un descanso,
una máquina de escribir repiqueteaba sin parar.
Se quedaron duros, parados sin creer lo que
veían. Reaccionaron cuando una mano
helada les tocó el hombro a uno de ellos
-
Buenas noches, no se asusten- dijo. Sé quienes son, así que tranquilos. No tengo nada contra ustedes. Señorita,
siga escribiendo! Dijo, mirando la máquina. No había nadie sentado ahí, pero
cada tecla se movía de una manera increíble.Vengan, les voy a explicar.
Los muchachos lo siguieron, sin miedo, a pesar
del primer susto. El tipo, con un traje a rayas negro y blanco, zapatos muy
bien lustrados y una corbata de moño, iba delante de ellos, tranquilamente,
como si estuviera en su propia casa.
-Esta empresa la fundó mi padre, Demetrio, hae
más de un siglo. La decisión de demolerla se tomó inesperadamente y soy el
único de la familia que no lo acepta.
Por eso, estamos escribiendo nuestra queja a un Juez.
- Estamos? Dijo uno de los pibes. Usted dice
que acá hay alguien más que ud y nosotros? Habla como si si secretaria
estuviera sentada en su escritorio copiando lo que ud le dicta.
El no respondió. Solo firmó una carta, se la
dio al más bajo y le pidió reserva.
Ellos entendieron sus explicaciones. Tomaron
el tren, levaron el sobre a la oficina de correos. A pesar del asombro del
primero momento, estaban cumpliendo su pedido a rajatablas.
A la mañana siguiente, los titulares de los
diarios decían
“Estrella no se va”- Carta misteriosa de un
heredero fallecido hace 10 años aparece en la oficina de un Juez.
Si hoy va a Lacroze, mire hacia la izquierda
cuando llegue a Arata. Un edificio viejo y abandonado aún sigue en pie. Ruedan
en sus pasillos ramas secas, y unas pocas hojas de lo que en una época fueron
frondosos plátanos.
El portón cerrado con candado y un sonido
tenue de risas y festejos se escucha desde
una de las ventanas del primer piso…
Silvia
de "Rocío de palabras", 2012
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