En el mes de Agosto de 2015, tuve la alegría de poder visitar el Instituto Rabino José Caro, del barrio de Belgrano, por un contacto de mi amiga la prof. Patricia Golan, docente de otro Instituto, conocida de Solange (esas cadenas invisibles que nos unen a docentes y escritores, y nos hacen sentir unidos en la tarea no solo de enseñar sino de comunicar).
Me dio la bienvenida el Sr. Rector del Instituto y las docentes Carla, y Solange Bartos. Me esperaron con un desayuno de café y galletitas kosher de arroz,de chocolate y vainilla.
Me sentí sumamente emocionada, al ver el interés de las chicas de tercero y quinto año por el tema de las mujeres en la historia.
La profesora de literatura,Carla, les había leído mi cuento "Guadalupe" y ellas deberán trabajar junto con la profesora de Historia, Solange, sobre una historia en la que esté involucrada una mujer que haya sido parte de la historia argentina. Las chicas preguntaron no solamente acerca de mi persona, sino de lo que escribo, cuál es mi género preferido, mis autores, cómo logré convertir en una ficción la historia verdadera, si solamente escribía ese tipo de narrativa, etc.
Me pidieron que leyera un cuento que está en mi libro "Rocío de palabras", "Cielo turquesa", y les encantó.
Prometieron
enviarme los trabajos una vez corregidos por la profesora y me
solicitaron que les haga una devolución de los mismos. ¡Claro que si!
Me alegró que pregunten, superó mis expectativas, ya que estaba
preocupada en realidad, por no defraudarlas en lo que estaban esperando.
Se ocuparon de hacerme sentir tan bien que me dejaron una frase escrita y mi nombre, en hebreo.
Muchísimas gracias a todas y al Sr Rector por haberme permitido participar de esta experiencia.
Gracias, sobre todo, a Patricia, quien le dio mi cuento a la profesora Solange. Las cadenas se siguen uniendo y seguramente con el tiempo se harán aún más fuertes.
Me llevo las sonrisas, las miradas y los aplausos de tan hermoso grupo humano.
Por supuesto me permitieron tomar unas fotos que comparto con ustedes.
Hace unos días, recibí de la prof Solange, algunos trabajos de las chicas, que publico aquí, espero que les gusten:
Se ocuparon de hacerme sentir tan bien que me dejaron una frase escrita y mi nombre, en hebreo.
Muchísimas gracias a todas y al Sr Rector por haberme permitido participar de esta experiencia.
Gracias, sobre todo, a Patricia, quien le dio mi cuento a la profesora Solange. Las cadenas se siguen uniendo y seguramente con el tiempo se harán aún más fuertes.
Me llevo las sonrisas, las miradas y los aplausos de tan hermoso grupo humano.
Por supuesto me permitieron tomar unas fotos que comparto con ustedes.
Hace unos días, recibí de la prof Solange, algunos trabajos de las chicas, que publico aquí, espero que les gusten:
Carola Lorenzini
Un día de
recuerdos
Eran las siete
de la mañana del día miércoles 23 de noviembre de 1943; yo me encontraba muy
ocupada con los quehaceres del hogar, cocinando en mi estufa a gas, cuando de
pronto me acordé de que ese día era el aniversario del fallecimiento de mi mejor amiga Carola
Lorenzini. Se cumplían dos años del trágico accidente de avión. Varios recuerdos
pasaron por mi mente, entre ellos el día en que la conocí.
Con facilidad
recordé que todo había comenzado cuando ella se cambió de escuela e
ingresó en la mía. Los rumores no
tardaron en llegar; rápidamente todos los chicos nos enteramos de que Carola
era una niña extraña y fuera de lo común y que tenía un sueño muy peculiar para
aquella época: anhelaba llegar a ser aviadora. Con el tiempo, pudimos comprobar
cómo sus comportamientos y pensamientos eran muy distintos a las demás
niñas. Una semana más tarde de su
ingreso, observé que unos niños del curso la estaban discriminando y vi como de
a poco todo el curso se iba uniendo a pelear contra la pobre e inocente
Carola. Yo, en cambio me quedé a un
costado del aula mirando la situación.
Yo no estaba de
acuerdo en insultarla, en lo más mínimo. Al contrario, respetaba sus
pensamientos y opiniones, y además la admiraba por su valentía de proponerse
algo que a ella le hiciera feliz, pese a que no eran los sueños usuales de una
niña.
Cuando vi que
alguien le lanzó un pastel manchando su vestido, sentí que era mi momento de
reaccionar, por eso fui rápido y me senté a su lado, le di mi mano y le dije:
" yo estoy con vos". La defendí y en consecuencia, la pelea finalizó.
Carola y yo nos quedamos un rato en silencio. Luego, sin palabras, me abrazó,
en forma de gratitud, y vi cómo le lagrimeaban los ojos. Comprendí que había
hecho un gran acto de bondad y que tal
vez al apoyarla, luego de los insultos que había recibido, le habían vuelto las
esperanzas de logar su tan ansiado deseo.
Ella se transformó
en mi mejor amiga. Tenía hermosas cualidades, era única y especial. Pasé varios
momentos con ella, entre ellos el día en que le obsequié un auto para que
aprendiera a manejar, y luego de mucha práctica logró ser la primera mujer que
manejaba en nuestro pueblo.
Tiempo después
yo contraje matrimonio, tal como acostumbraban las jóvenes, comencé a dedicarme
a las tareas del hogar y tuve muchos hijos; ¡y Carola logró ser la primera
aviadora de América del Sur! Estoy muy orgullosa de mi mejor amiga. Además, me
dejó un magnífico mensaje:"el que realmente quiere, lo puede
conseguir." Aunque ella sufrió muchas situaciones de desprecio y
discriminación para llegar a ser aviadora, en las que fácilmente podía
rendirse, ella las pudo atravesar con paciencia y segura de sí misma, sin
importar las opiniones de los demás.
..............
Sucre,
Bolivia, 23 de mayo de 1862
Querido
diario:
Hoy
tengo 81 años y me encuentro muy sola y abandonada, siento que mis últimos días
se aproximan y por lo tanto decido traer a mi memoria los momentos más
difíciles por los que tuve que pasar en esta vida.
Recuerdo
aquella vez, cuando mi esposo y yo triunfamos en Pomabamba y éramos perseguidos
por los realistas, entonces, me vi
obligada a separarme de Manuel y me dirigí junto con mis cuatro amados hijos
hacia una zona de pantanos donde enfermaron y fueron muriendo uno por uno.
Luego, junté fuerzas para seguir adelante, pero pronto una nueva desgracia me
tocaría vivir: la muerte de mi marido.
A
pesar de todo, nada ni nadie me impidió dejar de luchar por eso que tanto
deseaba, la independencia de mi país. Moriré feliz y orgullosa por la valentía
que tuve en aquellos momentos. Y ¿quién diría que a lo mejor, en un futuro, me
reconocerán como la heroína boliviana?
Juana.
....................
Tamar G.
Margarita Barrientos
Mi
niñez y adolescencia fueron difíciles. Cuando apenas tenía doce años, mi mamá
murió dejándonos a mis once hermanos y a mí solos.
Por
las vueltas de la vida terminé viviendo en Buenos Aires, porque el destino
había decidido que me debía encontrar con Isidro, con quien me casé y logré
formar mi hermosa familia, con nuestros nueve hijos biológicos y tres del
corazón.
Algunos
años después, recibimos otro duro golpe: mi marido quedó discapacitado en un
accidente mientras trabajaba y, por eso, yo no tuve otra opción que la de salir
a cirujear, recorría las calles de la ciudad y recolectaba las cosas que los
demás tiraban para poder mantener a mi familia, además de a otros tres chiquillos
que no tenían quien les diera de comer.
Pasó
un tiempo, y volviendo a casa luego de un día muy cansador con mi
carro lleno, descubrí a unos niños que
vivían en la vivienda vecina, que llevaban días sin comer, por lo que los
invité a que compartieran con nosotros unos pocos pedazos de pan que había
conseguido en una panadería.
Esta
situación, fue la gota que rebalsó el vaso y me llevó a tomar la decisión más
importante de mi vida, porque en la vida siempre hay que dar, por poco que se
tenga, hay que tener compasión por los demás. Y como estos chicos que estaban
solos y hambrientos, había muchísimos más que se iban a la cama con la panza
vacía.
Por
eso, fundé “Los Piletones”, un comedor popular en Villa Soldati para alimentar
a los más chiquitos. No me importaba
tener que mantenerlo a partir del cirujeo, sin obtener ganancia alguna, ellos
lo merecían todo.
Gracias a todas!
Silvia
Silvia
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