Los Fuchs eran una familia muy particular, integrada por el
matrimonio y tres hijos. Se instalaron en la mansión situada en San Carlos,
Concordia, allá por el año 1929 cuando la misma es adquirida por la
Municipalidad de Concordia, quien compra la mansión y los terrenos para luego
darla en alquiler a esta familia francesa, los Fuchs Balón, por un contrato de
varios años, para vivir en ella una historia que quedara grabada en el
recuerdo.
De características muy finas, y de gustos exuberantes,
tenían también una atracción por los animales, ya que eran hacendados y se
dedicaban a ellos con mucho esmero. Pero en la casa tenían otros animales,
lejos de ser domésticos, ellos adquirieron un zorro del monte, un mono, abejas,
mangostas, una iguana, y serpientes, los que fueron domesticados para que
puedan habitar en estos terrenos fastuosos de vegetación. Sus hijos, un varón y
dos niñas, eran los encargados de estos animales, los cuales tenían sumo
cuidado y atención. De vida muy salvaje, amaban observar los movimientos y manifestaciones
de todos ellos, que cuidaban y alimentaban.
La señora Fuchs, concertista de piano y profesora de
francés, aparte de ocuparse de las tareas de su hogar, también cultivaba rosas
para embellecer los jardines de la casa. Mario, el hijo mayor, se dedicaba a
estudiar y acompañar a su padre en los trabajos del campo. Las niñas por el
contrario, disfrutaban de esta vida en contacto con la naturaleza. Edda tenía
en ese momento 9 años y Susanne 14, ambas amantes de las cabalgatas, salían
diariamente a recorrer la zona.
Un día, haciendo su
recorrido habitual, ven una avioneta que aterrizó en un campo lindero a la
casa, y con mucha curiosidad se acercan al lugar para investigar quien era este
intrépido aviador que se animó a descender en estas cercanías. Al aterrizar,
una de las ruedas del avión se quebró al hundirse en una cueva de vizcacha y
casi inmediatamente aparecieron en la escena las dos jóvenes: rubias, hermosas,
casi niñas, al galope.
Al llegar hasta el avión vieron la torpeza del piloto y
musitaron entre ellas una grosería, pero en francés; ¡Que tonto este hombre!
¡No vio la cueva! Este aviador era Antonie de Saint Exupery, un excelente
piloto francés que andaba sobrevolando la zona. Todavía no era escritor, solo
volaba, y fue contratado por la Aeroposta francesa para trabajar en la
Argentina, delinear rutas aéreas y desarrollar el transporte aeropostal. La
empresa lo destino a realizar un vuelo de reconocimiento para delinear la ruta
entre Buenos Aires y Asunción del Paraguay; cuando pasó por las tierras de San
Carlos, vio un campo llano y decidió aterrizar para descansar con su avioneta.
Después de su aterrizaje accidentado se encuentra con las
dos niñas, a Saint Exupery se le abrió el cielo de repente cuando las escuchó
hablar en Francés, de esta forma se vincula con la familia Fuchs y acepta
quedarse en el castillo de San Carlos, hasta que le arreglaran su avioneta.
Saint Exupery era un hombre alto, robusto, con movimientos de oso, nariz corta
y respingada, ojos saltones, y un mirar semidormido. Medía casi dos metros de
altura y apenas podía entrar en la carlinga de los aviones. Enamorado del cielo
y el desierto, cuando no volaba, escribía. Con una grandeza espiritual y muy
intelectual, despertó en las niñas una admiración muy peculiar la que fue
compartida, ya que él se sintió seducido por la vida de ellas, casi
adolescentes, que se desempeñaban de forma muy diferente a los niños de la
ciudad. Fue atrapado por sus travesías, sus historias y juegos. Descubre en
ellas a dos princesitas que le enseñaron a valorar cosas que hasta ese momento,
no había aprendido. El contacto con esa casona y esta familia, le dan la
posibilidad de percibir la magia que envolvía el lugar, y es lo que cautivó
completamente a Saint Exupery.
En 1932, ya en Francia, Saint Exupery escribió una nota
periodística en una revista de París con un título sugerente: “Las princesitas
argentinas”. Resulta inevitable asociar su experiencia entrerriana con la
fábula infantil que lo haría famoso en el planeta. Un esbozo de “El Principito”
con esas dos chicas que eran muy especiales, sobre todo con la impresión que le
causó Edda. También refleja exactamente lo vivido en esta experiencia, en el
capitulo “Oasis” del libro Tierra de Hombres, donde dice: “Había aterrizado en
un campo y no sabía que iba a vivir un cuento de hadas; fue en un campo, cerca
de Concordia en la Argentina”escribirá años después.
El piloto volvería varias veces a ese lugar, al encuentro de
sus “amigos deliciosos” que “vivían en un castillo de leyenda, una casa donde
se aspiraba como incienso ese olor de vieja biblioteca que vale por todos los
perfumes del mundo”. Cada vez que pudo contó y recordó con sus amigos esta
experiencia inolvidable, y siempre mantuvo en su mente a esas dos princesitas
que le permitieron descubrir un mundo nuevo, lleno de valores y esencias que
enriqueciera su alma con mucha fuerza, hasta el último día de su vida. La
familia Fuchs permaneció en el castillo hasta cumplir con su contrato con la
Municipalidad, en el año 1935 se fueron a vivir a una estancia que adquirieron
y se trasladaron con todos sus animales. Nunca mas supieron de su amigo pero
siempre lo recordaron.
(El texto pertenece al trabajo realizado por el Prof. Héctor
Fabián Rivero, publicado por la Municipalidad de Concordia.)
Silvia
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu comentario