Tiempo
El tiempo se detiene para que aprendamos a saborear cada
momento como el manjar más exquisito. Un segundo basta para llevar a nuestra
memoria aquellos instantes donde el aroma y el sabor nos transporte a aquel
sublime encanto del recuerdo de una comida familiar, una bebida inolvidable,
un café servido con amor.
Siempre recuerdo las Fiestas de Navidad en familia. En casa,
en el patio sombreado por la parra, con el ventilador de pie desde la puerta
del comedor, porque el calor agobiaba. Muchos tíos, tías y primos, y más tarde alguna amiga del barrio
que se sumaba al malón.
En aquel tiempo no sé si valoraba tanto estos encuentros. Hoy
que somos apenas 6 ó 7 sentados a la mesa de Nochbueba, cierro los ojos y veo a
mis primos con los cohetes, a mis tíos retándolos por hacer ruido, a la abuela
terminando de poner la mesa larga, a mis padres cansados por haber cocinado en
la parrilla y en la cocina. Luego de las doce algunos regalitos para los chicos
y a quedarnos a jugar en el jardín hasta muy tarde mientras los mayores jugaban
a los naipes y brindaban.
Esas fueron mis Fiesta familiares. Ojalá en poco tiempo,
volvamos a ser muchos, para sentir el sonido de las voces de chicos jugando,
corriendo por el jardín y el choque de las copas brindando por un nuevo año.
¿Añoranzas? En mi familia se dice “morriña”. Sim tal vez sea
eso, tendré que aprender a vivir otras épocas tan diferentes, como seguramente
lo han hecho mis padres cuando se adaptaron a un nuevo país.
©Silvia Vázquez
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