Estar charlando con alguien por tres horas y
disfrutarlo, no es algo muy común. Aquellos que pueden pasar de una anécdota a
otra, de una época a otra, de un estado emocional a otro, reírse de
si mismos y recordar a la buena gente con la que transitaron, son
excelentes anfitriones de una entrevista como la que pudimos tener el pasado
mes de agosto.
El guionista, escritor y crítico literario Ray
Collins, cuyo verdadero nombre es Eugenio Zapietro, hoy ocupa el sillón de la
dirección del Museo Policial.
Nos recibió allí, en una oficina donde asoman
los recuerdos de aquellas épocas de agente de la ley. Donde su uniforme en
desuso cuelga delante de una caja fuerte digna de una película de Sherlock
Holmes.
Nos cuenta que siempre amó escribir. Tuvo la
“suerte” de compartir trabajos con excelencias como Robin Wood, Magallanes,
Almendro, íconos de la historieta de los años 70.
“Escribas lo que escribas, desde La Biblia hasta un
cuento, debe ser escrito para que al lector le guste. Debe haber una
sensibilidad de parte del escritor”.
Eugenio o Ray trabajó en un territorio de cuentistas,
ese territorio que según sus palabras, ha muerto..
A cada instante nos fue dejando una definición,
digna de un hombre que ha vivido “El autor debe emocionar al lector,
asombrarlo. Si el hombre es inmaduro, hay que hacerle un monumento. Parece que
los hombres deben seguir siendo niños en un lugar del corazón y de esa manera
disfrutar de las historias increíbles escritas en forma de historietas”. Esa es
su versión de los hechos.
El no escribía sobre superhéroes. Los superhéroes
para él, no existen. El escribía sobre hombres con principios, sobre personas,
no sobre aparatos estrafalarios que hacen una y mil extraños movimientos.
Escribía sobre seres verdaderos, agregándoles cualidades que asombraban a los
lectores.
Robin Wood, su inseparable compañero de andanzas,
describía al hombre sensible. Su Nippur de Lagash se convirtió en el modelo a
seguir por muchos de los chiquilines de aquellos años.
Al principio, cuenta que sus historias eran muy
tristes, hasta que un día dijo basta. Aquella vez que, escribiendo Garret, le
pidieron que cambiara el final.
Fue entonces que comenzó a cambiar la forma en que
terminaban sus guiones.
Considera que había mucha gente capaz, que hoy en
día, los guionistas y dibujantes de historieta que en nuestro país no están tan
valorados, son estrellas en Europa. Recuerda a Mandrini, fallecido hace poco,
como un gran guionista.
Collins hizo el prólogo de aquel primer libro de
Nippur .
Se sintió muy cómodo trabajando con Magallanes
–dibujante de historietas-, aunque no lo conoció personalmente, siguiendo el
guión de Martín Toro, que no era suyo sino de Sergio Almendro.
En la editorial Columba escribía Precinto 56. Uno de
sus tantos seudónimos era Diego Navarro. Ni él sabe exactamente cuántos tiene
registrados. El de Ray Collins lo adoptó cuando le pidieron que escriba para la
editorial. Un periodista que había creado el personaje de Joe Gatillo,
que dibujaba Carlos Enrique Vogt, deja la editorial y le queda a Columba la
marca. Fue ahí cuando pensaron en él. Luego se enteró que había un actor
estadounidense con ese mismo nombre. Así y todo siguió utilizando ese
seudónimo hasta convertirse en uno de los más aclamados guionistas (según el,
escribe guiones, no es guionista).
Muchas fueron las anécdotas que escuchamos esa
tarde, muchos los nombres, las situaciones. En este resumen destaco las
mejores, las más ocurrentes. Ray Collins , o Zapietro, o como quieran llamarlo,
es un hermoso personaje, no solo un Señor Escritor, sino un hermoso
personaje.
Quien sino , diría algo como “No hay que creérsela”,
“Alguien no creyó que un policía no tuviera faltas de ortografía”, “ A los
cuentos hay que tomárselos en serio”, Antes había principios, no egos, hoy…no
tanto”, “ El éxito y el amor no se explican”.
Luego de una suculenta muestra de verdades y de interesantísimas
frases, dimos por terminada la …¿entrevista?. No creo, que en realidad fue una
reunión de amigos, y perdón por la confianza, pero es esa misma confianza que
el Señor Ray nos dio, al contarlos minuciosamente su vida, en apenas tres
horas.
¡¡Gracias Ray!!. Gracias, nos ha inundado el alma de sabiduría y de un precioso e inolvidable momento que jamás olvidaremos.
Silvia