El avión salió
con una hora de retraso. Peso a eso, aun sentía que mi corazón se aceleraba con
el transcurso de los minutos que faltaban para despegar. En unas horas habría
cumplido uno de mis sueños. La escala en Atlanta, me serviría de recreo, ya que
hasta Heathrow no había otra forma de bajar, comprarle el perfume que tanto
le gustaba, y conocer en diecisiete horas esa ciudad tan especial (y de día)que había visto una docena de veces
en “Conduciendo a Miss Daisy”, una de mis pelis favoritas.
Recorrer el
Centennial Olympic Park, que aparecía en las olimpíadas de 1996, la casa natal
de Martin Luther King, Lenox Square, el centro de compras… exquisito lugar
donde seguramente estaría aquel perfume que amaba.
Si, diecisiete
horas en Atlanta. Era el pasaje que pude comprar. De otra manera, el momento de
estar en Hyde Park no se hubiera cumplido jamás.
Había juntado
durante mucho tiempo para llegar hasta ahí.
La ansiedad se
calmaba caminando por las calles hasta llegar a The New American Shakespeare
Tavern, lugar que me fascinó desde que vi una foto en internet que publicitaba
la puesta en escena de King Lear.
Cuando volví al
aeropuerto, despaché mis bolsos y guardé la folletería en mi cartera. Abordé el
avión y ahí si, mis nervios me jugaron una mala pasada. No pude probar bocado
hasta llegar a Heathrow. Se me había cerrado el estómago. Se estaba acercando
el momento. Confirmé nuestra cita por mail. Revisé todo para no olvidarme
ningún detalle.
Si las cosas
salían como había planeado, en apenas horas iba a estar sentada sobre el césped
húmedo del parque, charlando animadamente, escuchando anécdotas de sus viajes y
riéndonos juntos. Ignoro como volver a casa. Eso formará parte de otra aventura
en Londres. Por ahora, me apresto a bajar del avión. E cuelgo la canasta de
mimbre en el brazo izquierdo, donde los buns, rolls y facturas argentinas,
prestas a ser devoradas, se asomaban debajo de un mantel a cuadros rojos y
blancos y tomo el Heathrow Express, para
encontrarme a las 8 de la mañana con él.
Roald Dahl me esperaba
con un ejemplar en la mano de “Relatos de lo inesperado”…qué coincidencia… para
festejar juntos nuestros cumpleaños, con solamente dos días de diferencia.
Silvia
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