Días atrás estaba observando entre las flores del jardín, una muy simple que asomaba entre otras enormes. Busqué la fotografía en un libro, y se trata de una violeta. No me había detenido a mirarla antes y descubrí que sobresale por su sencillez, así, solo por eso.
Recordando a viejos autores, me vinieron a la memoria varios poemas donde aparecen las violetas como protagonistas, o como parte del paisaje.
La poesía, la lírica, eligió muchas veces diferentes símbolos para reflejar estados de ánimo y sentimientos . Acompañan esos sentimientos, las flores . Son tópicos literarios en muchos casos, con una larga tradición sobre sus espaldas. La poesía española ha dedicado muchos de sus veros a estas flores, las violetas.
Enrique Gil y Carrasco escribió un largo poema, “La violeta” donde identifica su soledad, su propio estado de ánimo con una violeta:
“Tú allí crecías olorosa y pura
Con tus moradas hojas de pesar;
Pasaba entre la yerba tu frescura,
De la fuente al confuso murmurar”.
Cabe destacar que hay muchas clases de violetas, a lo mejor no se nombran como tales, pero aparecen .
La violeta, escrito por la poetisa Delmira Agustini (uruguaya) a los diez años, la describe así:
Hay belleza en el lirio inmaculado
De majestad emblema,
Hay belleza en el cáliz nacarino
De la blanca azucena,
Hay belleza en la rosa purpurina
Y en el albo reseda,
Hay belleza en la nítida corola
De la nívea camelia,
Hay belleza en el pálido junquillo
Y en la suave diamela,
Hay belleza en el triste pensamiento
Y no hay flor en la cual no haya belleza,
Pero hay una que es flor entre las flores
Con ser la más modesta,
Una flor de fragancia incomparable,
Delicada y pequeña,
Una flor que en un lecho de esmeraldas
Oculta su belleza,
Una flor que un encanto misterioso
En su cáliz encierra,
Un encanto ideal, indefinible
Que no hay flor que contenga,
Una flor para mí como ninguna,
Una flor que se llama ¡la violeta!
Becquer en su poema XIII nos dice:
Tu pupila es azul y, cuando ríes,
su claridad süave me recuerda
el trémulo fulgor de la mañana
que en el mar se refleja.
Tu pupila es azul y, cuando lloras,
las transparentes lágrimas en ella
se me figuran gotas de rocío
sobre una violeta.
Tu pupila es azul, y si en su fondo
como un punto de luz radia una idea,
me parece en el cielo de la tarde
una perdida estrella.
En cuanto a la novela, en “Violetas de marzo” del escritor escocés Philip Kerr, la flor era el término que los primeros nazis utilizaban para referirse a los advenedizos que se habían unido posteriormente al Partido Nazi.
El escritor colombiano José María Vargas Vila narra en “Aura o las violetas” narra la muerte de su madre, sus tristezas y la forma en que se publicó su obra.
Julia Montejo, escritora española de 44 años de edad, cuenta la historia de tres generaciones de una familia extraordinaria marcada por su apellido. Una estirpe de mujeres única y excepcional en “ Violetas para Olivia”.
“Noviembre sin violetas” de Lorenzo Silva, escritor español conocido especialmente por sus novelas policíacas que protagonizan los guardias civiles Bevilacqua y Chamorro, cuenta la historia de Juan Galba, uncriminal que se las trae.
Como vemos, las violetas han influenciado bastante en la literatura, y dejan de ser esa flor que pasa desapercibida para convertirse en la protagonista o al menos en el hilo conductor de una historia, o tal vez en un título atrayente para el lector.
Los antiguos romanos pensaban que las violetas eran un símbolo de duelo, su color oscuro era un indicativo de sangre derramada, pero su suave aroma aportaba una connotación pacífica. Los romanos con frecuencia las colocaban sobre las tumbas y las utilizaban para decorar las criptas para simbolizar su afección continua a la persona que había fallecido. Ellos creían que esto aseguraba el descanso de los muertos.
En la época medieval se pensaba que las violetas servían como protección contra los espíritus malignos. Con frecuencia se utilizaban las hojas para hacer emplastos, ungüentos curativos y antisépticos, y como cura para el insomnio, así que a la flor también se le asoció con la curación. Durante ese tiempo, también se daban como muestra de amor y símbolo de lealtad, ambas debido a su agradable aroma, y sus connotaciones curativas u protectoras. (ref:http://www.ehowenespanol.com)
Durante la era victoriana, la violeta hablaba de quitarse la modestia y la imagen de ser “tímido”. La violeta blanca significaba sinceridad, pero también inocencia, la forma en que normalmente hablaba un niño sin la restricción de un adulto.
La mitología romana cuenta la historia de varias doncellas de extraordinaria belleza que fueron víctimas de la ira de Venus cuando Cupido las juzgó más hermosas que la diosa. Enfurecida de celos, Venus golpeó a las doncellas hasta que éstas se pusieron azules… y se transformaron en violetas.
Actualmente, son vistas como plantas de hogar, representando a la familia y el matrimonio. En los ramos para bodas, representan una promesa y lealtad. En los sueños, se ha dicho que representan la posibilidad de casarse o tener un compromiso.
¿Ustedes saben que también hay violetas que no son violetas sino blancas y amarillas?
Las azules dicen: “Siempre te seré fiel” y significan constancia; las blancas revelan pudor o el deseo de “darle una oportunidad a la felicidad”, y las amarillas expresan la humilde valía de una persona.
La violeta tiene mucho que decir…
Silvia
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