El otoño de la vida
Me sorprendió la madrugada recordando historias que guarda mi mente debajo de los blancos cabellos que cubren mi cabeza. Sueños realizados y otros convertidos en cenizas. Miro hacia la pared y extraño mi reloj , ya no suenan sus campanadas que me acompañaron a lo largo de mi vida.
Una canción romántica que recogió la noche me recordó cuantas veces mi corazón fue herido, cuantas ilusiones ahogadas al nacer, fugaces como el agua que se escapa de entre los dedos o triste como este sol otoñal que se resiste a morir y se refugia detrás de los árboles hasta que la noche lo obliga a desistir de su extravagancia.
Recurrí a las Musas desveladas, pero sólo me hablaron de sueños fracasados, de dolor, de lágrimas. Y mi querido reloj, ya no me acompaña con sus campanadas, ha enmudecido, está agotado..., calla y observa desde su rincón, añorando también sus tiempos de esplendor que ya no retornarán porque ha sido reemplazado por otros mas adecuado a los tiempos que vivimos
Salté de mi cama, para olvidar en la almohada todos esos pensamientos amargos que desquiciaron mi descanso y me senté en el alféizar de la ventana orientada hacia el poniente desde donde pude observar el espectáculo mas fantasioso que pueda acoger nuestra mente. La luz intensa de Selene bañaba el majestuoso Río de la Plata, mientras ella con gran lentitud y pompa, engreída de su hermosura, se iba sumergiendo en las aguas color de león del río de La Plata. No puedo apartar mi vista del Río, admiro a esa luna, me conmueve su apostura. Sin hurgar demasiado en mis recuerdos dejados recientemente en la al
mohada, encuentro similitudes con mi historia, al verla hundirse en el horizonte lentamente se estruja mi corazón. Igual van muriendo los sueños ? (discurre mi mente ansiosa de respuestas).
El tiempo y nuestra memoria son una unidad inseparable. y es complejo, admito, mientras observo a mi querido reloj de pared, que me acompaña desde el día de mi nacimiento, ahora enmudecido por la acción del tiempo recorrido, ya no anuncia con sus campanadas que se nos fue yendo la vida en cada vuelta de la aguja que recorrió su fachada cilíndrica en las que transcurren las 24 horas del día. Debe estar cansado, como yo (me imagino), llevamos 90 años juntos recorriendo el camino de la vida, muchas horas vividas , unas felices y otras no tanto, ¿recordará ?. habrá guardado como yo en su memoria mecánica, entre sus piezas oxidadas aquel 11 de septiembre del año 1934 en que juntos comenzamos un recorrido que lleva apenas 90 años? nuestro largo recorrido desde mi niñez ,remota hasta hoy?. y mientras mi querido reloj debe añorar no girar ya sus agujas una y otra vez, vuelvo a admirar el mágico recorrido de la luna hundiéndose en el horizonte oriental del Río de La Plata. Extraño las campanadas inoportunas de mi reloj dadas a las madrugadas donde el sueño aún no me abandonaba, esperando la siguientes, empujadas forzosamente por las horas en espera.
Observo desde el Este, donde me encuentro y disfruto del paisaje: campos hermosos sembrados, cercados de piedras e hierbas finas y pequeñas flores dispersas por el campo, que no se pierden jamás estos atardeceres impecables que nos ofrece la naturaleza. A mis espaldas la aurora quiere apurar la "puesta increíblemente bella del sol," para ofrecernos su propio espectáculo rompiendo el secreto de la noche en retirada. Y entre el rayar el alba y el amanecer propiamente dicho los recuerdos afloran y vuelvo a mi cama antes de que me perturben aún más, temo que me alejen de la impresionante magia que me regala la naturaleza, y quiero cerrar mis ojos antes de perder las imágenes sin hurgar demasiado en este laberinto sin sentido donde el amor siempre duele.
Mi mente se va despejando mientras a lo lejos observo la silenciosa vegetación, que regalan las riveras de los ríos ,la selva, y arroyos. La imaginación se libera y los límites del tiempo se desdibujan. El tiempo y nuestra memoria son una unidad inseparable. Moldeando los recuerdos , retomo el descanso para ver si puedo recuperar en la penumbra del cuarto el sosiego que mi corazón necesita para subsistir a los" golpes bajos" con que la vida nos daña a veces sin querer y otras que duelen mucho y que lo llamamos destino. Miro el río para despedirme de él hasta el próximo crepúsculo delirante como el de hoy.
Me sorprendió la madrugada dejando los sueños incumplidos en la almohada. La celeridad conque vivimos es indicio de la ansiedad que nos devora. Ya no tenemos demasiado tiempo para observar estos deslumbrantes espectáculos que nos regala la naturaleza. ¡Que tristeza.... Pero me consuela saber que otros que nos sucedan lo podrán disfrutar .Adiós "reloj" tu cuerda está oxidada, y mi vida aún sigue hasta que Dios disponga, te extrañaré, te extrañaré....
©Leonor Pires
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