Desayuno en Tiffany con café
Adicto a Poe, sentado en el bar
de la ciudad, escribía desayunando café, por supuesto.
Truman revisaba los documentos
policiales que vaya a saber cómo obtenía y narraba el desorden y la violencia
con fría distancia de aquellos que eran sentenciados.
Tal su éxito como escritor que
los bares para él, tanto en Italia, Grecia, España y Rusia, eran la verdadera
ubicación para sus papeles y lapiceras. Los conocía “casi todos” y por ellos ha
dejado huellas imborrables en quienes leyeron sus historias.
Truman fue vecino de Holly, la
de Tiffany, pero jamás lo aceptó. De ella se podía esperar cualquier cosa,
porque amaba el dinero y la buena vida.
Truman y Holly, nunca fueron
felices, pero ella supo disfrutar del buen vivir, a cambio de lo que fuera.
Truman siguió escribiendo, en
bares, con café. Holly paso por la vida sin preocuparse demasiado, y Truman lo
sabía.
Poesía y horror de la vida se
convirtieron en sus protagonista, pero jamás dejo de revolver en el pocillo el
café caliente que lo inspiraba.
Capote, el escritor precoz,
paliaba su soledad de niño imaginando historias, y luego las escribió.
Café, lapiceras, papeles, Capote,
Holly y un gran ramillete de historias que seguirán existiendo a pesar de todo.
©Silvia Vázquez
def libro "Cuentos con café"
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