El escritor Sergio García está a cargo del Taller "Artesanos de la palabra" que se dicta los jueves en el CEC de Billinghurst, San Martín.
Sus alumnos han realizado una muestra con sus trabajos. Aquí podemos leerlos:
Aprendí
Después de tanto dolor,
reposé mi cuerpo en la cama,
y mis lágrimas se fundieron en la almohada.
Y allí mis sueños te encontraron
como tantas veces te recordaban.
Al despertar me encontré en soledad,
me acerque tímidamente al ventanal,
y allí descubrí que se desvanecía
todo aquello que tanto quería.
Cerré los ojos, el sol me acarició,
el viento mis cabellos enredó,
y mi pensamiento a lo lejos voló.
Algo cambió, aprendí a soltar,
Aprendí a vivir sin vos.
Viviana Robledo
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Dolor
El tiempo nos atraviesa
como una astilla de cristal,
nos mutila lentamente
sin detenerse...
Sin olvidar ningún paso,
nos parte cruelmente por dentro
rompiéndonos el corazón,
tiñiendo de gris el alma,
antes de trazarnos
los surcos en la cara.
Graciela Orlate
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La casa de sus sueños
Martina construyó en un viejo galpón de chapas, que había en el fondo
de su casa, su pequeña guarida. Aprovechó un lugar dividido con
maderas para armarla. Ella disponía de muy pocos elementos. Una vieja
parrilla actuaba de cocina. Los tirantes horizontales que sostenían las
chapas se convirtieron en su alacena. La precariedad del lugar no le
impedía sentirse libre para cuanto quisiese hacer e imaginar.
Allí puso prolijamente sus tacitas, platos, ollas y otros cacharritos varios.
Hasta un florero tenía. Por las siestas iba a su casita donde todo era
delicia. Tenía un gran problema para entrar, porque en ese espacio había
una enorme máquina tapada con arpilleras y ella temía que alguien se
ocultara debajo. Así que tomando aire y valor, desmontaba la arpillera,
verificaba que no hubiera nadie escondido y ya segura, comenzaba todo.
Barría con dedicación el viejo contra piso de cemento hasta que quedase
brillante. Renovaba las flores y limpiaba la alacena si el viento o alguna
gotera le habían jugado una mala pasada. Terminadas las tareas preparaba
la comida para su hija. Habitualmente con pastito, hojas y tierra del jardín
mezcladitos con agua. Canciones de cuna mediante, la beba se dormía en
su carrito. Mientras tanto Martina, aprovechaba el tiempo en el que la
pequeña no la requería para lavar la vajilla y acomodar nuevamente la
casa.
-¡Martina! Se oía fuerte la voz de su madre.
- ¡Vení a ayudarme!.
Entonces ella abandonaba la casa de sus sueños y se iba a su casa real.
Clarisa López
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La emoción de Sergio
Un joven escultor de los años ´60 pensó en una imagen de un reloj
exótico para la época.
Se inspiró en las obras raras de Marta Minujin, que de por sí ya
eran bastantes particulares, bohemias para los años ´60 o ´70.
Se imaginó un cuerpo humano sin definirle sexo.
Se dejó llevar por su creatividad y comenzó a modelarlo; desde la
nuca pasando por la columna hasta llegar a las rodillas.
Ideó en su espalda un cierre donde pondría engranajes a su rara
máquina. Una pierna la dejó extendida, la otra doblada hacia arriba.
Una vez seca su obra de arte Sergio pensativo de como armar su
reloj, se acordó de la obra La Menesunda que había visto en la
exposición del instituto Di Tella. Dejando volar su imaginación
comenzó a colocar los engranajes, cuya función sería dar las
campanadas cada hora transcurrida. Pero olvidó un detalle, donde
colocaría los números del reloj, pensó en un disco viejo de pasta,
para que los signos no taparan la escultura lo puso de asiento y lo
acomodó de tal manera para que se vieran.
Se preguntaba…¿sonarán?, era algo atrevido para la época, sus
brazos estaban amputados al igual que sus piernas.
Sergio recordó la estatua de Milo, y su fantasía comenzó a volar, y
volaba sin parar. Cuando llevó su trabajo a exponer, todos lo
miraban raro, se preguntaban, ¿es un reloj o un robot?
Pero al dar las 12 horas, suavemente comenzó a sonar la ópera de
Vivaldi. Los presentes con asombro rompieron en un fuerte
aplauso y la ovación retumbó en todo el salón.
Sergio el autor dejo soltar su emoción, la cual no pudo disimular en
su rostro.
Celia Pedevilla
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Sol y Luna
No quiero que me preguntes
ni quiero preguntarme nada,
necesito de tus besos,
necesito de tus alas.
Que no se vaya a cortar
este fino hilo de plata,
que va guiando mis pasos
hasta el umbral de tu casa.
Cuando se escapa la noche,
cuando la luna descansa,
el sol sale a perseguirla
del brazo de la mañana,
quien te dice la alcance
y lluvia de estrellas caiga.
Graciela Orlate
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Una lágrima y el sol
Después de tanto dolor,
reposé mi cuerpo en la cama
y mis lágrimas se fundieron en la almohada.
Sentí que era un momento
que se convertía en un recuerdo.
Para qué?
Salir de la habitación,
y ver al sol sonreírme quien en otro
momento secaría mis lágrimas.
Monica Yvars
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Vida Marchítense las horas saliendo de tu cuerpo, se escapan los minutos ausentes de recuerdos, los segundos danzan jugando entre tus versos. No todo ha sido malo, brindemos por lo bueno.
Graciela Orlate
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VIVENCIAS: Para nuestro Dodge Amarillo De la selección de recuerdos que recopilo en mi cajita de memorias, son los de Noviembre, allá por el ’97. Si bien no estábamos en verano, las noches eran cálidas y agradables, eso me hacía sentir feliz, ya sabía que se aproximaba un paseo en el Dodge Amarillo. Escribimos muchas historias en aquel vehículo, no era lujoso ni mucho menos el auto más “envidiado”, pero la alegría que nos generaba a mis padres y a mí, era inexplicable. Siempre esperaba con ansias los días viernes para dar una vuelta, a veces terminábamos en una plaza o simplemente dar paseos sin destino alguno. Mi papá siempre ponía música de fondo para acompañar el ambiente. Se escuchaba de todo, desde Dyango hasta Daniel Agostini, de todo un poco. Mi favorito era y lo sigue siendo Luis Miguel, marcó una gran parte de mi vida y de mis paseos en ese Dodge. Cada vez que cantaba en Buenos Aires, no sé cómo me enteraba, ya que no existían las redes sociales, ni el wifi, pero de alguna manera me enteraba. Entonces mi papá me llevaba hasta el estadio para poder verlo ingresar o escucharlo desde afuera. Aquel Dodge amarillo fue mi compañero de aventuras, el cariño hacia Él fue inmenso, era un objeto muy valioso. Hoy en día ya no lo conservamos, el Dodge Amarillo, “partió” para cumplir otra misión, un pedacito de mi corazón se fue con él, lloramos, como si fuera la pérdida de un ser querido. Guardo esas memorias dentro de mí, como el mejor recuerdo vivido con mis padres y de mi infancia. Espero algún día volver a verlo, aunque sea de lejos o por foto. Con tristeza debo aceptar que recuperarlo quedará en la duda, como dice la frase de una canción, “en otra vida viajamos por el mundo, en ésta no, no sé por qué no se nos dio”. Solo puedo decirle, GRACIAS. Por siempre en nosotros, nuestro amado Dodge Amarillo.
Noelia Ibarra
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Píntate una vida Dick cae en un lugar extraño, él solo había agarrado una tableta de dibujo que encontró debajo de un puente y terminó ahí. Todo en ese mundito raro era muy colorido, el cielo, las casas, las calles, las personas. Una chica que apareció de la nada y le dio la bienvenida. Su cuerpo estaba conformado por distintos objetos, lo más interesante era que en vez de cara, su cabeza era un cuadro mediano con una manzana atravesada por un pincel. De hecho, los cuerpos de las personas de aquel lugar tenían algo relacionado con el arte. Dick se percató de que la tableta de dibujo que recogió del piso era mágica, todo lo que dibujaba se hacía realidad y nadie criticaba lo que hacía. Era el sitio perfecto para un artista Deseos Ella era ambiciosa, él quería ser amado. Ella ansiaba riquezas, él ansiaba tenerla a su lado. Ella consiguió su deseo, él no pudo alcanzar el suyo. Ella no lloró, ni siquiera le importó, él apareció en sus sueños para decirle “te amo”.
Luana Ibarra
Felicitaciones a todos por este aprendizaje y a Sergio por la enseñanza
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