Marcela Minakowski es poeta y docente; vive en Caseros, provincia de Buenos Aires. Es Profesora Universitaria en Letras por la Universidad de San Martín.
Asistió a talleres de poesía con Osvaldo Bossi y Claudia
Masin; fue docente de la materia Prácticas Docentes en Educación no formal
(UNSAM), como parte del Plan de Formación Académico-Profesional.
Coordina talleres de escritura, grupales e individuales,
desde 2005. Además, da clases de lengua y literatura en el Bachillerato Popular
Osvaldo Bayer, de CABA, y en el Plan FinEs de la Universidad de San Martín.
Acompaña proyectos particulares, para escritores que
necesiten una guía, asesoramiento en el proceso o en el final de su obra.
También se dedica a la maquetación de libros y revistas.
Obtuvo premios y menciones en distintos certámenes de todo
el país, entre ellos el Premio Hernández de Plata en cuento, por la
Municipalidad de Tres de Febrero y SADE de la misma localidad (jurado: Vicente
Battista) y el Primer premio en el Primer Certamen Nacional de Poesía Quinto
Elemento, por su obra: Papá se parecía a Giancarlo Giannini (jurados: Susana
Cabuchi, Valeria Pariso y Hugo Rivella).
Fue jurado del Primer Certamen de Poesía Inés Manzano
(Añosluz editora, 2022).
Obra publicada
*Bitácora. Narrativa y poesía (2004). Ediciones Virgilio.
*Tangurria. Novela (2012). Grupo Cautivo Editor.
*Lo que el chat no se llevó. Conversaciones (2014), junto
con Antonio Scuderi. Grupo Cautivo Editor.
*El collar de catalejos. Poesía (2019). Niña Pez Ediciones.
*Curar de palabra. Poesía (2021). elandamio ediciones.
*Las casas. Narrativa (2022). Grupo Cautivo Editor.
*Fauna. Poesía (2023). La púa de cactus.
*Papá se parecía a Giancarlo Giannini. Poesía (2023). La púa
de cactus.
*Las casas. Narrativa (2025). La Gran Nilson.
Obras suyas forman parte de numerosas antologías.
En el mes de julio , renació Las Casas, con historias
dulcemente narradas y que ha llegado a los corazones de muchos lectores por la
calidez de la autora.
Nos sucedería, por ejemplo, si leyéramos en voz alta este,
uno de los relatos:
veinticinco
Pero mirá si sería diminuta la casa de Teresita que
yo, que era muy chica, percibía su pequeñez… mirá si sería… era un mini
comedorcito con una cocinita de cuento, dos piecitas, un bañito. Todo era como
una muestra de otra cosa más grande, como un esquema. Todo.
La mamá de Teresita era española y cuando la retaba
decía muy fuerte ¡¡¡Teresita, qué carajo veintinueve, Teresita!!! A mí me
causaba mucha gracia ese reto, tan distinto y distante de los de mi casa…
además decía carajo, en casa no se decían malas palabras, solamente alguna de
vez en cuando, y yo, cuando imitaba a la mamá de Teresita (que eso hacía reír a
mamá y la abuela).
Teresita era hija única, pero a la mamá se le había
muerto un bebé, otra nena, antes de tenerla a ella. Esa hija también se había
llamado así, Teresita, en diminutivo eh, estaba anotada así, a las dos las
habían anotado así. Tere decía mi hermanita cuando hablaba de ella y creía que
los bebés nacían por el ombligo, que para eso las personas tenemos, para que
por ahí salgan los bebés. Eso le había dicho la mamá a Teresita. Y también que
no debía bañarse en esos días y mucho menos lavarse la cabeza.
Yo me acuerdo de que la mamá de Teresita tenía una muñeca con cuerpo de trapo y cabeza de porcelana, ¿te acordás? Nada más que estaba muy vieja ya y tenía muchísimas grietas finitas en la cara, no estaba quebrada, solamente como lastimado el esmalte, la piel del bebé viejo, con ropa que había sido de las Teresitas. Pocas veces la dejaba jugar con esa muñeca y una de esas veces yo estaba y la tuvimos en brazos, pero a mí me daba mucha impresión, parecía… ya sabés, un bebé que no estaba vivo, ¿entendés? Yo la miraba con temor y pensaba en la otra Teresita, pobre, que dónde estaría, que por qué, y sobre todas las cosas, por qué la mamá había repetido el nombre, por qué le dio a la última Teresita esa especie de muerte temprana, una como muertecita de mentira ¿no?, como un aviso, como para que no la olvide, o para sentirla en el lugar de la otra, aunque, todos sabíamos, su carita, su piel de porcelana, sus grietas y su organdí recién lavado.
Marcela, qué decisión fuerte armas tomar, y estudiar el profesorado en
Letras hace no mucho tiempo, y más aún recibirte en pena pandemia.
Una de las decisiones más importantes que tomé en mi vida: empezar a
estudiar a los 46. Si bien era mi deseo pendiente, lo que más amaba hacer, fue
difícil y tuve mucho miedo, inseguridad, no sabía si iba a poder. Y pude.
Y recibirme en pandemia fue tremendo: un día me fui de la facultad sin saber que no volvería a cursar ahí. Hice mis últimas tres materias en casa, encerrada y me recibí en mi cuarto, sola, solita con mi alma… en la vereda estaba mi familia y amigos, con sus barbijos y tarritos de espuma. Fue hermoso eso, los autos y los camiones nos tocaban bocina y yo gritaba SOY PROFEEEEE!!!
¿El tema de las narrativas de “Las casas” llega tan profundo porque fue
real? ¿Cómo nacen esas historias?
No sé si llegan tan profundo porque fue real. Creo que si llegan es porque tocan zonas de sensibilidad, porque conmueven, porque muchas de esas casas muestran una época también común. Porque hay amor y desarraigo y sueños. Porque todos transitamos casas y casitas.
¿Tenés pensado hacer una nueva presentación del libro?
Yo presenté Las casas en el Teatro Tornavías, de la UNSAM, hace
un par de años. Esta es una segunda edición, mediante una editorial preciosa y
a la que sigo y admiro desde hace mucho tiempo: La Gran Nilson, de la
escritora, artista visual y gestora cultural Alejandra Correa.
Sin embargo… no me voy a quedar con las ganas. El 30 de agosto hago una presentación/taller, en la Biblioteca San Martín. Y en septiembre, en una sede de la UNSAM donde doy clases.
¿Recibís mensajes de agradecimiento de personas que leen tus obras?
Recibo comentarios hermosos, devoluciones amorosas. Alguna vez me han agradecido sí, por verse en algún texto, por decir lo que alguien más piensa o siente.
¿Creés que estás cumpliendo tu cometido?
No sé si tengo algo como un cometido... Siempre pensé que lo que más me
interesa es que los lectores se conmuevan con lo que escribo.
¿Con cuál obra de tu autoría sentiste que creciste como autora?
Con cada libro que publico siento que crezco un poquito. Pero el único que releo sin arrepentirme ni un poco es Las casas.
¿Cuál es tu rutina de escritura?
Mi rutina es no tener rutina jajaja. No tengo rutinas para casi nada en esta vida. Me cuesta sostener. Escribo a veces todos los días y a veces paso meses sin escribir y toda mi parte creativa se la llevan los talleres que coordino (que no está nada mal, pero a veces me olvido un poquito de mí).
¿Combinás tus hábitos analógicos y digitales al para escribir?
Escribo en la compu casi siempre. A veces me gusta garabatear un poco en papel, con colores. Lo que me pasa estos últimos años es que todo empieza en el grupo de WhatsApp que tengo conmigo misma: arranco ahí y después deriva o no en algo más.
Nos gustaría saber cuál o cuáles son tus libros favoritos
Cambian según el tiempo. Me enamoro rápidamente. Ahora estoy leyendo lo que compré en la última FED, así que podría decirte que me fascina leer Dorayaki; también puedo contarte que me atrapa y no me suelta Amor (que es un libro increíble, para todas las edades, una reedición de 1964 que tiene hojas caladas, coloridas, con formas…); que cada vez que vuelvo a Cortázar entiendo que ese amor no se va. Pero si tuviera que elegir uno ahora mismo, te diría que lo que más me ha enloquecido últimamente es Las niñas del naranjel, de Gabriela Cabezón Cámara (es una novela); y en poesía todo lo que leo de Mary Oliver.
Si te pidiera una frase que te haga sentir identificada cuando la leíste
en uno de los tantos libros que pasaron por tus manos, ¿cuál sería?
Me vienen muchas a la memoria, me quedo con los versos finales de un poema de Mary Oliver: “Decime, ¿qué pensás hacer con tu única, salvaje y preciosa vida? "
Cortázar es un referente muy fuerte para vos, ¿hay otros escritores que
lo sean tanto como él?
Sí, claro, después fueron ingresando tantos y tantas… con Cortázar me
pasa que es como el primer amor.
Algunos que mencioné antes, como Gabriela Cabezón Cámara y Mary Oliver,
no me decepcionan jamás.
¿Qué opinás de la difusión de la cultura en tu distrito y qué te gustaría ver en un futuro cercano?
La cultura en mi distrito, Tres de Febrero, es un desastre. Ferias, carritos de comida y fotos coloridas. Nada más. Y nada que ver con San Martín, que es una maravilla todo lo que están haciendo hace años. Me gustaría que haya ferias de libros en serio, que la cultura no sea solo food trucks (he visto un flyer para nuestro día de la independencia donde anunciaban que habría eso, podés creer, food trucks…).
¿Lo dejamos ahí?
Sabemos que te gusta “jugar” con la literatura y de hecho hacés tu tarea
docente con actividades lúdicas. ¿En qué medida ayuda eso a los alumnos para
poder amarla tan fuerte como vos lo hacés?
El juego ocupa un lugar fundamental en mi vida. Nunca dejo de jugar y de
hacer jugar. El juego destraba un montón de cosas que tenemos anudadas. Jugar
en serio, como cuando éramos chiquitos y no había nada más importante que eso.
Y qué mejor que aprender jugando? No llevo los juegos a los talleres solamente,
también a mis clases del bachi o de FinEs. Los adultos se sorprenden primero, a
veces no se animan enseguida, pero cuando lo logran todo cambia, ese vuelco es
imperdible, el juego es irreemplazable.
Te pido que nos dejes una sola respuesta por
cada pregunta:
Un lugar en el mundo que te gustaría conocer: Italia
La palabra que más repetís a diario: Una frase: Me encanta (es que me
gustan muchas cosas).
La palabra que no te gusta escuchar: Dos frases: “Hacé tal cosa”.
Detesto que me digan lo que tengo que hacer. Y la otra que aborrezco es: “Viva
la libertad, carajo”.
Una frase que te haya marcado en la vida: una que me escribió mi papá en una postal: “Siempre a tu lado”.
¿Qué haces en tu tiempo libre?: Tengo poco tiempo libre, pero en esos
ratos me dedico a mis plantas, a la observación de los colibríes que vienen a
mi balcón. También veo alguna serie o película.
¿Con qué personaje de novela tomarías un café/refresco, lo que sea?
Con María Muratore, de Río de las congojas.
Si pudieras sentarte a charlar con Cortázar, qué le preguntarías?
Le pediría que me cuente su infancia con lujo de detalles.
¡Gracias Marcela!
©Silvia Vázquez



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