Mi vía de escape
Salgo con el auto y me encierro entre la multitud que va
hacia el norte. Bocinazos, gritos, insultos. Me calmo hasta llegar al final de
la autopista. Ahí respiro hondo y pongo música. El olor a hierbas frescas ya se
siente y mi ánimo comienza a cambiar. Ahí nomás, las sierras me invitan a
acariciarlas. Luego de varias curvas me detengo a un costado. Frente a mí, el
lago, imponente, el cielo azul y una sensación de paz que me invade el alma y
los pulmones. Me alegra haber traído mi manta y el mate, para saborear mirando
esa belleza.
©Silvia Vázquez

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