jueves, 20 de agosto de 2015

LITERATURA FANTASTICA

GUERRERO DE USH (cuento)



Dibujos:regalo de Federico Denus, ex alumno del Colegio Sta María de Ciudadela

Todo estaba destruído en el mundo real. El ataque externo había sido demasiado impertinente. Cada soldado de Ush se había preparado para resistir. Muchos quedaron en el  camino.
Las armas de los ushin aparecían diseminadas entre los cadáveres humeantes. Yank Ku levantó las cadenas enrolladas en el cuello de Fiang y las guardó en su mochila. Arrancó de su pecho la medalla de oro. Después de todo, su madre merecía tenerla. No había permitido que su hijo luchara en esa guerra absurda pero contra su voluntad, él partio al desierto de Ank a reunirse con sus viejos camaradas.
Allí quedaba. Enroscado bajo los escombros de las serpientes que adornaban las entradas de los templos.
Yang Ku guardó la katana y caminó hacia el altar destruido, intentando abrir los pesados portones para alcanzar desde ahí, el camino hacia Ush.
Esquivaba cuerpos en llamas y animales heridos que alguna vez habían pertenecido a su enemigo. No hallaba la puerta correcta. Se paraba frente a cada una de ellas e intentaba meterse por las hendijas. Del otro lado, la nada. Quedaban pocas horas para alcanzar el camino. ¿Cuál era la puerta correcta?
Recordó las palabras de su maestro
-Piensa, siempre hay una salida. Solo imagínala en tu  mente. Invoca al dios y él te ayudará.
Caminó tres pasos. La luz que emergía de la puerta central lo cegaba. Se decidió por esa. Se sacó los guantes y acomodó su casco para lograr el exacto movimiento que le permitiera traspasarla. Cerró los ojos, invocó a su dios y se lanzó.
Recordó a Fiang y a su madre. Recordó a Laina y sus palabras de amor antes de partir.
El portón se abrió. Fue despedido hacia un largo túnel.
A lo lejos, las tinieblas de Ush aparecían. En el camino, la mano de Laina lo sostuvo hasta llegar a la loma. A ambos lados del camino, el fuego seguía consumiendo la poca vegetación que subsistía.
Ardían vehementes los hierros retorcidos de los tanques.

Corrió hacia la casa de Fiang. Se detuvo un momento. Entregó la medalla a su madre y partió. Otro inframundo lo esperaba para comenzar de nuevo.

Silvia

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