GUERRERO DE USH (cuento)
Dibujos:regalo de Federico Denus, ex alumno del Colegio Sta María de Ciudadela |
Todo estaba destruído en el mundo real.
El ataque externo había sido demasiado impertinente. Cada soldado de Ush se
había preparado para resistir. Muchos quedaron en el camino.
Las armas de los ushin aparecían
diseminadas entre los cadáveres humeantes. Yank Ku levantó las cadenas
enrolladas en el cuello de Fiang y las guardó en su mochila. Arrancó de su
pecho la medalla de oro. Después de todo, su madre merecía tenerla. No había
permitido que su hijo luchara en esa guerra absurda pero contra su voluntad, él
partio al desierto de Ank a reunirse con sus viejos camaradas.
Allí quedaba. Enroscado bajo los
escombros de las serpientes que adornaban las entradas de los templos.
Yang Ku guardó la katana y caminó hacia
el altar destruido, intentando abrir los pesados portones para alcanzar desde
ahí, el camino hacia Ush.
Esquivaba cuerpos en llamas y animales
heridos que alguna vez habían pertenecido a su enemigo. No hallaba la puerta
correcta. Se paraba frente a cada una de ellas e intentaba meterse por las
hendijas. Del otro lado, la nada. Quedaban pocas horas para alcanzar el camino.
¿Cuál era la puerta correcta?
Recordó las palabras de su maestro
-Piensa, siempre hay una salida. Solo
imagínala en tu mente. Invoca al dios y
él te ayudará.
Caminó tres pasos. La luz que emergía
de la puerta central lo cegaba. Se decidió por esa. Se sacó los guantes y
acomodó su casco para lograr el exacto movimiento que le permitiera
traspasarla. Cerró los ojos, invocó a su dios y se lanzó.
Recordó a Fiang y a su madre. Recordó a
Laina y sus palabras de amor antes de partir.
El portón se abrió. Fue despedido hacia
un largo túnel.
A lo lejos, las tinieblas de Ush
aparecían. En el camino, la mano de Laina lo sostuvo hasta llegar a la loma. A
ambos lados del camino, el fuego seguía consumiendo la poca vegetación que
subsistía.
Ardían vehementes los hierros
retorcidos de los tanques.
Corrió hacia la casa de Fiang. Se
detuvo un momento. Entregó la medalla a su madre y partió. Otro inframundo lo
esperaba para comenzar de nuevo.
Silvia
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