miércoles, 7 de octubre de 2015

CUENTO:El día que salieron dos lunas




El aire estaba más húmedo que de costumbre. No había muchas estrellas esa noche. Se olía a flores, de esas que salen entre las hierbas cortas en un campo sin sembrar.
Era oscuro al fondo del bosque del campo de los Suarez. Desaparecía el sol, de a poco, rogando quedarse  más.

Los animales ya estaban amuchados debajo de los caldenes fuertes del sur pampeano. Algunas lechuzas practicaban equilibrio sobre los alambres y las mulitas se escondían en las cuevas sigilosamente.

Tal vez alguna liebre estaba asomada, esperando que la oscuridad tomara su lugar y así correr entre el maíz esquivando los tiros de algún cazador principiante.

Laura estaba en su cuarto, mirando hacia afuera, sin perderse detalle de todos esos movimientos.
Se adormeció por un instante, con la cabeza entre sus manos, apoyados los codos sobre el marco de la ventana de quebracho.

Allá lejos, al oeste, como queriendo llamar la atención, vio dos lunas. La más blanca a la izquierda la enceguecía, desafiante, la otra menos luminosa se colaba entre las ramas de los álamos.

Dicen que cuando hay dos lunas los deseos se cumplen. Ahí nomás, cruzó los dedos y se animó. Pegó sus manos como implorando. De repente, una brisa tibia le rozó la cara. Abrió los ojos, miró a su alrededor.

 Todo había cambiado. Ya no estaba su muñeca rubia sobre la cama. 


Tampoco sus vestidos con volados se veían en las perchas del ropero.

Miró hacia atrás. La puerta aún permanecía cerrada. 


La abrió. Al asomarse al pasillo lo vio parado, esbelto, elegante, perfumado, con una rosa en la mano. Le extendió la otra y le dijo:


-       Hoy salieron dos lunas. Acompañame, no tengas miedo, jamás volverás a estar sola

Silvia

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