Cuando la
juventud era nuestro tesoro
y el tiempo no
contaba aquellas tardes,
bajo un sol de
invierno cálido
prometimos crecer
juntos.
Apenas
adolescentes y felices,
jurábamos amor
eterno,
que jamás
envejeceríamos
en medio de la
tristeza
y que nuestros
corazones permanecerían
unidos para
siempre.
Pasaron años,
pasaron hijos y viajes,
pasaron nubes y
soles resplandecientes,
pasaron cantos y
llantos,
pasaron grietas
en los rostros
y nieves en el
cabello.
Aún así, seguimos
prometiendo
en un invierno
cálido de sol,
envejecer juntos.
Aún nos tomamos
de las manos al caminar,
y nos besamos
como jóvenes:
todavía
recordamos aquella música
que adoraban
nuestros oídos
y la bailamos
apretados aunque ya no se use.
Aún así, despacio
por la vida, amanecemos
mirándonos a los
ojos,
contándonos los
sueños,
ansiando el
futuro.
Aún hoy, siento
el calor de tu piel
cuando me abrazas
y el brillo de tu
mirada me ilumina.
Un día de estos,
nos bendecirá una estrella
y seremos
todavía, más felices.
Silvia
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