Después de las elecciones parciales.
“La pasión de dominar es la más terrible de todas las enfermedades del espíritu humano”. Voltaire
Fascinados por el poder
La palabra fascinar viene del verbo latino fascinare (encantar, hechizar). Este verbo se deriva de la palabra fascinum, que significa encantamiento, hechizo, embrujo, y que comúnmente también pasó a designar a un amuleto en forma de falo que frecuentemente llevaban las gentes para protegerse contra el mal de ojo.
Como dije en otras oportunidades, para el psicoanálisis, los lazos sociales y la incidencia de los avatares políticos en la vida de las personas, son sumamente importantes y, su hallazgo, es abordar esos lazos sociales sin reducirlos a las necesidades materiales para la supervivencia. Lo que sostiene los lazos de los seres hablantes entre sí es lo simbólico, es decir, la palabra.
Recordarán que Fidel Castro, histórico líder de la revolución cubana, se caracterizaba por su excepcional manejo de la palabra.
Nacido el 13 de agosto de 1926, Fidel Castro y su hermano Raúl, encabezaron el movimiento guerrillero y revolucionario que, junto con el Che Guevara, lograron, el 1 de enero de 1959, derrocar al virulento dictador Fulgencio Batista, presidente de la isla caribeña.
Fue en la década del '60, cuando Fidel entabló relaciones con la que era entonces la Unión Soviética e impuso un régimen comunista en Cuba. A partir de ese momento, se produjo una fuerte tensión con el gobierno de Estados Unidos, encabezado por John F. Kennedy que se incrementó por la invasión a la Bahía de Cochinos y la crisis de los misiles.
Fidel, que había sido un católico integrista, según Loris Zanatta, fundó su proyecto en los Evangelios. El marxismo complementó su visión religiosa. Zanatta mismo vio en Castro, otra expresión del populismo latinoamericano de raíz católica.
Loris Zanatta, ahora profesor de Bolonia, publicó una biografía de Fidel Castro, que la tituló "Fidel Castro, el último rey católico". Es que Zanatta retrató bajo matriz católica del populismo latinoamericano tomando la figura Fidel Castro quien fue primero jesuita y mucho más tarde marxista. Por ese motivo Castro no fue franquista o peronista, según Zanatta, sino comunista, como tantos católicos de su generación.
A su vez, su visión del mundo, había sido, esencialmente, jesuítico mientras que su pensamiento marxista no tenía nada que ver con el marxismo científico. Por otra parte, en los últimos veinticinco años, Fidel fue explícitamente cristiano, católico que encontró en la Teología de la Liberación un compañero de camino.
En realidad, el joven Fidel era conocido en la Universidad por participar de grupos católicos que hacían política con la pistola. Fidel mismo fue acusado de por lo menos dos asesinatos. Eran grupos católicos universitarios que en los años 40 eran falangista y no es que “estudió con los jesuitas”: los jesuitas fueron su familia durante doce años en los que vivió internado, primero en Santiago y luego en La Habana, y los jesuitas lo reconocieron como uno de los suyos tanto como los reconoció él pues habían sido su familia.
Fidel daba largos discursos todos los días y eran como los discursos de Perón, no los de Lenin o Engels. Según Zanatta, ésta fue la escuela de Fidel, el nacionalismo hispánico, cristiano, jerárquico, corporativo, con un Estado ético que tiene la finalidad de evangelizar a la población.
En Argentina los movimientos que habían sido corporativistas y fascistas en los años 30 se volcaron al marxismo, pero uno cristiano: el marxismo fue la nueva gran alternativa al enemigo de siempre, el liberalismo, el que descristianiza la sociedad. Ésa es la trayectoria de Fidel Castro como la de miles de militantes y sacerdotes en América latina y también en Europa.
Muchos sacerdotes de la Teología de la Liberación venían del mundo fascista, falangista. El casamiento de Fidel con el marxismo, no fue una trayectoria individual ni original. Fue la trayectoria de toda una generación. Es más, casi todos los peronistas-marxistas se formaban en las parroquias. Los primeros militantes peronistas que viajaron a Cuba después de la Revolución decían: “vimos reinar un régimen político basado en los valores del Evangelio”.
Un sueño común a muchos filósofos, como Jean-Jacques Rousseau era que antes del pecado original, el pueblo estaba unido, armónico, por eso la idea era reconstruir el fenómeno mítico del Reino de Dios en la Tierra.
Eso fue lo que hizo el peronismo, que ocupó ese lugar político y “no permitió que exista una democracia cristiana. Si se lo piensa, su misión era la restauración de la cristiandad medieval. Fidel quiso hacer lo mismo. Él no le dice a la sociedad “vamos a reformar”; no, es un Papa: les dice a los cubanos “van a vivir el Paraíso”, y esto fue textual.
En verdad, son los fanáticos religiosos de hoy, porque el fundamentalismo de hoy es de tipo político, viven la política como religión. Falta mucho para la secularización de tipo político.
Sobre verdades y mentiras en la política
La palabra política, deriva de del latín como politĭcus, al respecto del griego politikós, constituyéndose como adjetivo que distingue a los ciudadanos que integran la comunidad en la cual conviven cívicamente y forjándose como sustantivo para agrupar las estrategias y movimientos desarrollados en función del estado, a partir de polis, remitiendo a la ‘ciudad’ en base a su organización y sus procesos, tomándose como referencia por el latín en las formas civĭtas, civĭtātis configurando la palabra ‘ciudad’, y sirviendo de base del adjetivo civil, declarado en el latín como civīlis.
En la antigua Grecia se desarrollaron los cimientos de una democracia en constante evolución, destacando la participación ciudadana y el respeto por las normas, acusando de idiotas a quienes no expresaban interés en las necesidades y crecimiento del estado como también a quienes desconocían a Dios (hoy ateos), tratándolos de ignorantes que percibían el mundo de una manera individualista.
Si bien, aunque la verdad sea no sólo deseable sino exigible, ésta sólo puede medio decirse porque la palabra no alcanza y puede significar otra cosa que lo que pretende decir. Justamente, un ejemplo interesante nos lo plantea la palabra revolución.
Cuando escribí la palabra revolución, término que unió y entusiasmó a varias generaciones, busqué su significado en el diccionario etimológico de Joan Corominas.
Desde el punto de vista jurídico designa los actos destinados a resistir y cambiar un orden vigente, pero, para la astronomía, la revolución no es ni más ni menos que retornar al punto de partida.
Etimológicamente deriva de "volver" y, a su vez, del latín revolutio, regreso. Entonces, podemos formularnos la siguiente pregunta: ¿Hacia dónde "regresan" las revoluciones?
Sigmund Freud, en El Malestar en la Cultura, analiza la cuestión del comunismo según el cual el motivo de la corrupción de la naturaleza humana radica en la propiedad privada, por lo tanto, si desaparecieran las desigualdades económicas, la bondad, inherente a su naturaleza, le sería restituida.
Suponer que las mejoras económicas llevarían un cambio en la naturaleza de los seres hablantes, fue la ilusión positivista del marxismo. Las tendencias agresivas forman parte de la naturaleza humana y, por lo tanto, existen antes que la propiedad privada. Por otra parte, el hombre siempre se resistió a renunciar a la satisfacción de las mismas. Es por esto que, en mi opinión, no es factible que un cambio económico, por sí solo, pueda traer aparejado otros cambios en los lazos sociales.
Es necesario recordar que cuando se creó la ex URSS, sus dirigentes, en nombre de nobles ideales revolucionarios, sometieron a la oposición a una represión tan feroz como la que habían sufrido ellos mismos, argumentando que era necesaria para poner en marcha una nueva sociedad. Muchos opositores, tal como viene sucediendo en Venezuela, fueron falsamente acusados de espionaje y traición a la patria y, al ser detenidos, fueron encarcelados y salvajemente torturados.
Ya S. Freud, en "Una concepción del universo", había escrito que no le parecía factible que con represión y desatando una brutal censura, se pudieran llevar adelante los ideales marxistas.
La revolución no podía más que volver al punto de partida por no haber sabido dar lugar, o por haber rechazado, la posibilidad de poner en juego las diferencias.
La persona narcisista se considera por encima de cualquier otro y, como tiene una enorme necesidad de aprobación, exige que los demás le corroboren cuán grande es. A su vez, la incapacidad para comprender al otro, lo torna un sujeto insensible y desconfiado. Intolerante con las críticas, reacciona de mala manera cuando alguien se atreve a corregirle algo. Manipula a la gente y genera las condiciones para que ningún otro pueda superarlo.
S. Freud, expresó que es notable cómo, teniendo tan escasas posibilidades de existir aislados, los seres humanos sientan como una lamentable opresión, los sacrificios que la cultura impone para posibilitar la convivencia.
Los totalitarismos, decididamente, rechazan la alteridad.
No sin los intereses económicos que los sostienen, apuntan a la eliminación de cualquier otro que, por ser distinto, pueda hacer tambalear sus “verdades supremas”.
Además, como sus seguidores se mueven en bloque, terminan conformando un solo cuerpo (el corpus de la masa), con una sola cabeza, la del jefe que piensa por ellos. Esto sume a esa mayoría, en el anonimato: dejan de ser sujetos para ser una masa aglutinada, consecuencia por demás buscada por la gratificación que implica.
En Latinoamérica, el caudillismo, el liderazgo extremo, la concentración del poder, unidos al culto a la personalidad, son efectos de la misma cuestión: el narcisismo de los gobernantes y la necesidad, por parte de la masa, de un líder del que aceptan, con naturalidad, que una vez que llegan al poder, decidan no rendirle cuentas a nadie más que a sí mismos.
Quiero concluir con este pensamiento del escritor recientemente fallecido, Milán Kundera:
“La lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido”.
Y con esta frase del novelista y dramaturgo español, Antonio Gala:
“Al poder le ocurre como al nogal, no deja crecer nada bajo su sombra”.
Susana Grimberg. Psicoanalista, escritora, ensayista y columnista.
¡Mi enorme agradecimenro a la escritora y periodista Silvia Mabel Vazquez por el excelente lugar dado a mis escritos!
ResponderEliminar