Salió de casa
temprano. Sabía que ese lunes no iba a ser fácil. Eligió cuidadosamente la
ropa que se pondría, ya el domingo por
la noche. Ella sabía que todo detalle era importante.
Se miró una y
otra vez al espejo, repasó el peinado, corrigió su blusa y se dio media vuelta
para controlar el largo de su falda.
No le gustaba
llamar la atención, menos aún cuando era su primer día de trabajo.
Las expectativas
crecían a medida que el colectivo se acercaba a la dirección que le dieron en
la última entrevista.
- "Presentate
directamente acá, a las ocho y preguntá por el licenciado Fernández Huergo, el
va a ser quien te indique donde estará tu oficina y te presentará a quienes
trabajarán con vos. Suerte y nos vemos en unos días."
Eso le había
dicho el empleado de recursos humanos, luego de varias entrevistas, que no
dejaron ninguna duda que ella era la indicada para el puesto.
Cuando llegó a la
puerta del edificio y entró por el pasillo, una emoción extraña la inundó. Como
si un recuerdo volviera a su mente.
Subió los tres
pisos y abrió la puerta de la oficina. La recepcionista la saludó
afectuosamente y la llevó frente a Fernández Huergo.
El le indicó su
office, cuáles eran sus tareas y le sugirió que tomara su hora de almuerzo
alrededor de las 13 ya que había menos trabajo por hacer.
La mañana estuvo
tranquila, resolvió eficientemente lo encomendado y solo consultó un par de
cosas meramente organizativas. Vio que faltaban quince minutos para las 13.
Preparó su cartera, se puso el saco y se levantó.
Detrás de la
mampara gris, al lado de la ventana, un hombre alto y delgado, morocho, de ojos
verdes como el mar, la miró fijo. Su corazón se le escapaba del pecho. Un año
había pasado, un viaje sin regreso, una despedida dolorosa, un sueño que
parecía nunca realizarse.
- " ¿Almorzás
comigo, diosa? Volví…estoy acá …Cuando vi tu nombre en la solicitud no podía
creerlo, pero si, sos vos."
El tiempo parecía
no haber pasado, las miradas eran las mismas, las palabras también. Retomar una
historia no estaba en sus planes, pero, no hay nada mejor que las sorpresas…
©Silvia Vázquez
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