La ventana entreabierta
deja entrar la brisa del mar.
Ella, sentada en su sillón,
intenta escribirle un poema.
Las cortinas se
abalanzan sobre sus cabellos.
La brisa se enfría.
Aún así, no logra concentrarse.
Nada sale de su lápiz afilado,
Nada sale de su corazón .
El olor a sal
inunda el salón.
Trata de recordar aquella tarde última.
De repente, la puerta se abre.
Lo ve parado frente a ella,
Se abrazan.
Surgen allí las más bellas palabras.
No hace falta ya el papel.
Todo queda grabado en los labios.
© Silvia Vázquez
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