El documento
La casona de la calle España iba a ser demolida. A nadie le importó que hace muchos años
atrás fuera levantada con tanto esmero por la familia conformada por Atilio y Aurora.
Sus hijos ávidos de dinero , se interesaron por esa empresa constructora que los tentó con
una gran suma.
Ni siquiera los cuadros que miran sin miradas, desde las paredes les hizo cambiar el parecer.
Desde allí, sus mayores podían ver atónitos los negociados que proponían la prole que nada
les importaba.
Patricio , Sebastián y Nina ,aún con diferencias en muchas maneras de ver la vida, en esta
se habían puesto de acuerdo: querían tirar abajo la casona. Ubicada en una esquina
estratégica de la zona de la nueva parada 25. A escasos metros de avenidas y la estación.
Señal que este trámite les iba dejar a los hijos una gran tajada de dinero.
Pero todo cambió cuando un hombre llegó en un auto descapotable. Al bajar, preguntó por
el capataz de la obra. Que aún no era llevada a cabo. El hombre se acercó. Una breve charla
hizo que llamara a los otros hombres que se hallaban allí.
Cuando Patricio despedía al camión de mudanza, que se llevaba los trastos en un nuevo
viaje, de malos modos se acercó al grupo de peones que no iniciaban el cerrar el predio. Hoy
era el día. Hoy los hermanos cerraban un capítulo en su vida pactando en la oficina V de la
galería, la venta de la casona.
El hombre llegado y Patricio se miraron. Eran bastante parecidos.
El hombre extendió sin hablar unos papeles. Patricio se colocó sus gafas. Se puso pálido al
leer. El recién llegado tenía el mismo nombre que su padre: Atilio.
Atilio Segundo, tal indicaba en la documentación, era un hijo reconocido por el hombre que ya
no estaba. Siempre supo de sus hermanos pero vivía en el exterior. Allá se había criado y su
padre quien viajaba seguido por trabajo ,convivía con este primogénito en el más absoluto
secreto.
Junto con Sebastián y Nina, quienes se hicieron presentes pronto, se desayunaron con este
nuevo integrante de la familia Ferreiro.
Los planes cambiaron. Atilio Segundo contó, café mediante que por una cuestión de madres
nunca se pudieron conocer. Graso error cuando partió Aurora él se acercó a reclamar parte
delo que pertenecía a su padre. El en realidad no lo necesitaba. Pero tenía un papel en mano
que, firmado por su padre pedía que no se deshicieran de la casa.
No valieron los gritos, los reclamos, alguna puteada que deslizaron por lo bajo.
Nina fue la más lógica. Lamentó no haber podido disfrutar de este hermano nuevo.
Luego de varias reuniones, abogados mediante, reclamos y perdones. Se tomó una
decisión.
Dado que la casona era inmensa se dividió en dos partes el lote. La parte de la calle Solís se
quedó para Atilio Segundo, -quien puso con el tiempo un restaurant junto a Nina.- Y el ala que
daba a la calle España quedó para los hermanos varones. Desistiendo de la futura obra, que
ya no tenía valor. Así fue que parte de la casa quedó en pie.
Nina, al ser mujer quizá fue la más sensible. La que hizo recapacitar a sus hermanos de
crianza. Ella entendió que hubo una época donde no se permitía hablar y se tapaban las
historias familiares con los silencios.
Un documento había cambiado el destino de una construcción. Pero la familia había crecido
en amores del pasado que eran secretos. Esos secretos que lastiman por no hablar a tiempo.
©Mirta Serrano

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