La ñata contra el vidrio
Cuantas veces uno mira a través de ventanas desprovistas de vidas, la añoranza de tiempos idos. Nadie puede descifrar nuestro mirar. Pero sí, allí hay otras historias.
Así fue como La intrusa se metió en ese salón .La gente no la conocía. No era identificada.
Unos y otros iban y venían. Se codeaban con lo mejor de la sociedad. Con esas muecas indistintas de parloteos y sonrisas disimiles.
La intrusa miraba. Apartaba las personas y tomaba iniciativas…detrás de lentes gruesos y esa ropa oscura, con olor a naftalina.
La mujer avanzó por la sala amplia.
Apareció un mozo. El mayor anciano del lugar. Sus miradas se cruzaron en el infinito.
La intrusa se levantó su falda. Acomodó su presencia y desde sus manos extendidas hizo
caer al hombre al piso, que apenas sostenía la bandeja. Su miedo se extendió por su añejo
cuerpo.
Y así él se fue.
Cuando la gente se percató de que el hombre agonizaba , la serenidad se convirtió en
espanto.
La intrusa se sonrió. Y luego arrastrándose por el predio incendió todo el lugar.
El espanto se propagó en segundos. Nadie se salvó de aquella tragedia.
Al otro día la intrusa, amaneció en un basural. Pero era una bella mujer que nadie percibía.
Su ropa, su rostro, sus cabellos: nada era testigo de aquel terror.
Los diarios hablaban al mundo de esta tragedia espantosa donde miles de seres humanos ya
no se encontraban en pie.
Ella, la intrusa se levantó y salió al parque. Fingió no tener memoria.
Se acercó al puente y desde allí divisó el gris de la tragedia.
La intrusa, solo sonrió. Su venganza había sido consumada. En su memoria se podía
encerrar el pasado de los momentos que esa alta sociedad de plástico, le habían asesinado
el alma. Juró vengarse.
Su muerte se consumó en uno de los tantos casos policiales. Desde algún rincón hizo un
pacto con el diablo. Así pudo volver. Hoy su vida era vagar en las calles que no la presentían.
La ñata contra el vidrio frio y esa sed de venganza que le daba serenidad.
©Mirta Serrano

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