Borges y su laberinto
“Dígame
don Jorge Luis, a qué se debe su pasión por escribir sobre laberintos?”
Se lo pregunté esa
tarde que nos reunimos en el café de la Avenida de Mayo. Apenas nos sentamos, me
saqué el sombrero y lo coloqué sobre la silla vacía que quedaba en nuestra
mesa.
“Espere,
muchacho”, me dijo, “primero lo primero: Mozo, un cafecito
y churros para dos, por favor”
Saboreó el café
caliente y me miró, pensé que le había molestado mi pregunta, pero por el
contrario. Se acomodó en la silla y fijando la vistaen la vidriera de la
avenida, comenzó a hablar, con voz pausada y suave:
“
Para mí el mundo es un caos
incomprensible y que está fuera de lógica y sería absurdo intentar encontrarle
explicación y origen. En este mundo o laberinto, lo más probable es perderse y morir sin haber llegado a entender
nada, me comprende?”
La verdad, para
comprenderlo había que tomarse un rato y descifrar cada palabra, aunque esta
vez le entendí rápidamente, ya que yo mismo estaba metido en una especie de
laberinto y no sabía cómo salir. La idea era justamente aprovechar la
oportunidad de poder conversar con él y ver si podía aclararme el panorama y
sentirme más orientado.
El mundo es un caos, es verdad y también es posible perderse. En las ideas sobre todo.
Y siguió:
“Asterión
simboliza a un hombre en general y el laberinto es la construcción fabricada
por su intelecto que para él es la realidad. Cierto?
A pesar de lo poco que
me habló, supo ayudarme para poder llegar a la conclusión que necesitaba.
“Asterión buscaba sin hallar y razonaba sin entender. Sabía que ha sido rechazado por la autoridad real que pudo haber sido su padre; también que había muerto en el momento mismo de nacer. Su aislamiento le producía dolor, y su conciencia atormentada perdía contacto con la realidad., me comprende?”
Así me sentía yo a
veces. Perdía contacto con la realidad.
Tan perdido estaba que
aquella tarde en el café de la Avenida de Mayo, sentí que realmente había
conversando con Borges, que tenía un sombrero de época y que había saboreado
café con churros.
Nuestros laberintos,
personales, propios…
No quiero hundirme en
mi laberinto, ni que el Minotauro me ataque . No quiero vivir donde no existe
el amor y en donde se percibe la falta de otros que hagan compañía y diviertan
al monstruo, al poeta..
Gracias Don Jorge Luis.
A pesar que me digan que estoy un poco loco, yo sé que de alguna manera ese
café con churros existió, que la vidriera de la Avenida de Mayo por la que paso
asiduamente, me revive aquel momento. A veces, no es difícil abrir los ojos,
simplemente hay que saber hacia donde mirar.
©SilviaVázquez
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