La tarde del viernes 3 de mayo, en radio.
Estaba sentada al lado de la vidriera. Estaba tan limpia que había que tocarla para saber que el vidrio estaba ahí. Por la calle peatonal, de apenas una cuadra, iban y venían de un lado a otro, cruzaban, se encontraban, se saludaban, revisaban papeles, se abanicaban.
Una tarde de mucho calor. Losárboles de la plaza apenas cobijaban con su sombra a los ocasionales visitantes que se sentaban en los bancos nuevos. Detrás, la fuente de donde brotaba agua, refrescaba, al menos, el ambiente cercano a ella.
Yo pedí una gaseosa y hielo. No daban abasto las heladeras. Pedí un sándwich de carne pero no tenía mucho hambre. Debía comer algo, a pesar del calor, pero también necesitaba líquido. Y con hielo…
No había mucha gente en el bar. Creo que la gente entraba para huir del calor. Revisé mi celular, comí despacio y cuando estaba pagando, la camarera me dijo “no te vayas que el café está dentro de la promoción”. Café… con este calor, pensé…
Y bueno, no me puedo resistir.
El café es el cierre de un rico almuerzo, haga frío o calor.
Vuelvo a la mesa. Estaba ocupada. Estaba él sentado de espaldas a la vidriera, leyendo el diario.
Me acerqué, lo saludé, se levantó de golpe y me abrazó con muchos años de ganas reprimidas.
Nos sentamos a charlar. Jamás terminamos, quedaron conversaciones pendientes de tantos años…
Una excusa perfecta para un reencuentro.
Afuera, seguía el calor, ya estaba anocheciendo. Habían pasado horas desde que entré a almorzar. Era verano, nadie tenía apuro, y menos aún, nosotros dos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu comentario