COMIENZOS
Le había pedido a su padre que la esperara, que no se muriera, que sólo en cuatro días más estaría con él. Pese a haber luchado, desesperadamente, contra sus destiempos, no llegó.
Sin fuerzas sólo podía llegar a ninguna parte.
Ninguna parte.
Ninguna parte es el lugar de nadie. Pero ella vivía allí, en ese lugar: el de nadie. Su cuerpo era de nadie. Ni de ella.
Dicen que nadie deriva de no nacido. Si ella no había nacido aún, podía empezar a nacer.
Aún.
¿Cuál es el cuerpo de aún?
Su cuerpo. El de ella. El que quedó en la sala de espera. Esperando. Esperando escuchar su voz. ¿La suya o la de su padre?
Desde entonces, siempre volvía a empezar. No podía dejar de empezar. Era su modo de escaparse de la idea de que somos deudores de una muerte a la naturaleza. Era su manera de comprender que somos deudores de una vida a la vida. Darle vida a los años no es lo mismo que darle años a la vida como lo estaba haciendo.
Por tanto jugar con las palabras, naufragaba. Se vio, ella, nadando en un mar de letras. Ella era otra. Otra no nacida.
Aún.
La mano en el hombro, la sobresaltó. En el bar de siempre, la mano no era la misma.
_ Disculpá. Se te cayeron estas hojas – dijo la voz de la mano.
_ Gracias. No me había dado cuenta – respondió.
_ ¿Siempre tan distraída?
_ Así me llamo. Distraída.
_ Un nombre extraño.
_ ¿Te parece? Es el que mejor me va.
_ Hablás como si te refirieras a un traje o a un vestido.
_ El nombre, bien puede ser una ropa.
_ ¿Por qué?
_ Porque nos vestimos con él.
_ Pero si uno se desviste, se desnuda …
_ Sólo del nombre.
_ ¿Podemos tomar juntos un café? – la mirada buscó al mozo.
_ ¿Para hablar del nombre?
_ Con un café – invitó él.
_ Prefiero un cortado.
_ Dos cortados. ¿A qué te dedicás?
_ En este momento a escribir.
_ ¿Y en otros momentos?
_ Escribir, entre otras cosas.
_ ¿Cuáles? Si se puede saber.
_ Vivir.
_ ¿Vivir?
_ Es un trabajo incesante que demanda mucho esfuerzo. ¿Y vos?
_ Soy músico. Pero me gustaría saber sobre qué estás escribiendo – llamó al mozo, pidió dos cortados.
_ Es una historia un poco triste.
_ ¿De qué trata?
_ Transcurre en un cementerio.
_ ¿En un cementerio?
_ Ella nunca pudo llegar a despedirse del padre. En su vida, todo ocurre a destiempo.
_ Como una música sincopada.
_ No lo había pensado, pero puede ser.
_ Y, ¿cómo sigue?
_ Recién empieza. Ella siempre está empezando a empezar.
_ Empezando a empezar – repite el desconocido.
_ Sí. Y se lo dice a la madre. Le dice que nunca llega. Entonces, ella le contesta: a los muertos hay que dejarlos descansar en paz – muerde una galletita, toma un sorbo del café.
_ ¿Entonces?
_ Entonces la madre le dice que se quede tranquila, que el padre tiene buenos vecinos alrededor. Que no está solo. Que hay un árbol con una parejita de pájaros. De pájaros que se cantan y le cantan. Para él, que amaba la música, es un regalo de Dios.
_ ¿Creés en Dios?
_ No sé.
_ Es algo que se siente.
_ Seguramente llegaré a destiempo para saberlo.
_ Claro. Cierto que siempre estás empezando a empezar.
_ Así es.
_ Es raro – se frota la frente –. A mí me pasa algo parecido. Ahora, por ejemplo, no sé cómo seguir adelante con vos – le roza la mano -. Porque me gustás. ¿Sabés? ¿Cómo se hace?
_Empezando a empezar.
Susana Gimberg.
Mención Labor Literaria. 2012
Certamen Nacional e Internacional Editorial Raíz Alternativa

No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu comentario