viernes, 16 de noviembre de 2018

Cuento: Celos



A las seis de la tarde en el bar de Santa Fe y Callao. Era ahí la cita. Yo suponía que me engañaba, pero hoy lo iba a poder  ver con mis propios ojos.
Ciertas reacciones me hacían creer que algo andaba mal. Aquellos mensajes en horarios extraños, llamadas equivocadas cuando yo estaba en casa, hasta me manoteó un par de veces la correspondencia porque decía que esperaba algo “urgente” del correo.

Ya no sabía que hacer. No era frecuente que fuera al centro, por lo cual me extrañaba aún más que últimamente lo hiciera una vez a la semana y a la misma hora.

Obvio que se lo había preguntado, pero me respondía con evasivas “Voy a buscar unos seguros, y tengo que firmar yo, no puede retirarlos nadie más”, o “Tengo que hacer un papeleo en el Banco y necesitan mi firma.”

Ya no le creía. Si bien su actitud hacia mí no era para desconfiar, sospechaba que algo escondía.
Me dijo que a las seis de la tarde él se iba a encontrar con esa mujer, como hacía un mes. Hasta me la había descripto minuciosamente. Morena, de ojos grandes y pelo lacio y largo. Tal cual le gustaban a él.

No se si lo mio era una mezcla de bronca y celos o simplemente la curiosidad de saber quien era mi rival. A lo mejor era la forma de prepararme a luchar y contra quien.
Me vestí con muchísimo detalle. Me maquillé, cosa que no hacía habitualmente, y me planché el pelo para que tuviera más brillo y pareciera aún más largo.

No fui en auto, sabía que no podría volver en el estado en que me encontraría luego de verlos. Preferí viajar, para correr y parar un taxi, después de decirle unas cuantas cosas a la cara a los dos.
El trayecto desde casa al centro no era de más de cuarenta minutos. Aquella tarde parecía eterno, el tren no llegaba más, y el subte desparramaba gente en cada estación haciendo interminables las paradas.



Caminé unas pocas cuadras y me quedé esperando en la esquina opuesta.
Ahí los vi, ella con un vestido blanco, lo esperaba. El llegó y la besó en la mejilla, mirando hacia un lado y otro. Crucé la calle, me paré y los miré. Ella sorprendida, preguntó:

“¿Quien es la señora?”

El, mirándome de arriba abajo, solo dijo 

“¿Qué hacés acá? 

“ El sopapo que le di , resonó en la avenida y hasta un par de turistas acostumbrados a ver cosas extrañas por el mundo, se dieron vuelta.

“Pero, ¿qué te pasa, por qué reaccionas así?”

Ella inmutable, con un sobre en la mano, seguía parada mirando la escena

“Bien , creo que ya mi trabajo terminó, señor, los dejo solos”- y se dio vuelta , flameando su vestido blanco

“Hasta aquí llegamos”  le dije, “jamás pensé que me engañarías .”

“ ¿De qué estás hablando? Engañarte? Bueno… si lo llamás de ese modo, puede ser, pero en realidad quería darte una sorpresa. Te acordás las veces que me pediste conocer Londres? Bueno, estuve averiguando sobre los viajes  y conseguí un tour que sale el mes próximo, y recorre las ciudades más importantes de Inglaterra y Escocia. Hice los trámites de reserva, ¿no te diste cuenta que no tenías tu pasaporte en casa?

Luego, esta señora, me preparó la lista de ciudades a recorrer, es de una agencia de viajes, ella se encargó del resto de las cosas, incluyendo los hoteles y las visitas a Liverpool, ¿ahí querías ir,no? También está en los planes cruzar a España… de paso conocemos Madrid… y …”

El siguió hablando. Solo sentía el latido de mi corazón sobre su pecho, y su voz susurrándome al oído. Solo escuchaba los nombres de las ciudades que soñé conocer toda mi vida, y el “disculpame” que yo repetía una y otra vez abrazándolo fuerte, fuerte…

©Silvia Vázquez
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