COMPARTO CON USTEDES EL SEGUNDO CAPITULO DE MI LIBRO. QUEDAN POQUISIMOS EJEMPLARES!
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Los cambios
Vamos al lado negativo. Porque
como todo, siempre hay un lado positivo, que seguro voy a encontrar.
Subir las escaleras al primer
piso de mi casa, se convirtió en un padecimiento. Dejar cosas en los escalones
para no ir y venir constantemente, generaba
un acumulamiento que, al verlo desde abajo te hace subir si o si para acomodar todo en su lugar
“por si viene alguien”.
Cada escalón es sinónimo de las
rodillas de Flexor, el personaje de “Santa María del circo” del autor David
Toscana.
Lo positivo: Tus articulaciones
pronostican el tiempo mejor que los meteorólogos.
Los huesos crujen, y a veces
arreglar el jardín es imposible, agacharse a levantar algo del piso, igual.
Chicas; nos estamos poniendo …maduras.
Los dolores de cabeza son
frecuentes. Migrañas, cefaleas, neuralgias varias, son nuestras acompañantes al
caer el sol de cada día, y recurrimos a miles de posibilidades para calmarlos:
medicamentos, trucos caseros, sugerencias, pero nada los alivia.
Aparecen los análisis extraños
que nos indica el médico, cosas que jamás nos han pedido antes; glucemia basal,
insulina, densitometrías, y tantas otras.
Pero cuando llegamos a los
cincuenta aparecen estos males: “el mal del alma…(del almanaque)” , el “de la
montaña” (de años), el “de
Franco” (deterioro).
Pese a eso, me dijo el médico:
“Hay dos décadas preciosas en la vida, una de los 30 a los 40 y la otra de los
40 a los 50”.
La ansiedad: Las
mujeres de más de 50 años duplican el riesgo de padecer ansiedad con respecto a
los hombres a consecuencia de los trastornos hormonales, los puestos de trabajo
peor pagados y el cuidado de padres e hijos.
Sentimos que nadie valora
nuestro trabajo: cocinamos, lavamos, y nadie se da cuenta, pero si nos sentamos
en la computadora ,si miramos tele y no hicimos la cena, oh!!!
Siempre nosotras. ¿Por qué?
Según lo que leí, "Nuestra cultura duerme mal y en malas
condiciones. Las prisas, madrugar periódicamente y las alteraciones por la vida
social fuera de casa han modificado la regularidad del sueño
Dormía muy bien, pero cuando
nacieron mis hijos, se hizo realidad la frase “ahora no dormís porque lloran y quieren
comer de noche, después no vas a dormir porque
salen”.
Y es así. Aprendí a dormir con un ojo. Si, no es que me
sacaba el otro sino que estaba “medio dormida” , esperando a que ya de grandes,
llegaran de madrugada.
Me acostumbré con el mayor, y…creció el menor.
Otra vez a dormir a medias.
Hoy, intento descansar pidiendo
a todos los Santos conocidos y no tanto, y a cada invocación digo “que vuelva
sin un rasguño”.
Pensar que en mi adolescencia
era “ que no vuelva borracho!” Ja.
Eso ahora sería lo menos
preocupante. Y con esto no quiero decir que esté bien, solo que a lo que
sucede…es nada.
¿Comenzamos con el tema peso?
Más allá de los 40, el cuerpo se
infla, parece que hubiera extraños seres que por las noches entraran a los
órganos cual exorcista y nos infectaran de grasa.
Ya no comemos facturas el fin de
semana porque tienen mucha harina y
engordan, lo mismo que las galletitas, el chocolate, y otras tantas dulzuras
que vemos en las vidrieras.
Las pastas, restringidas. Usar
poco aceite. Evitar fiambres y grasas. Al final, no disfrutamos nada. O sí,
pero a escondidas.
Un chocolate escondido cada
tanto, calma la ansiedad.
Cuando las mujeres nos juntamos
decimos “Estoy gorda”, y tu amiga te responde “ no, te ves bien”. Aunque
sabemos positivamente que no es cierto, pero como es tu amiga…
En cambio, la conversación entre
hombres cambia. “Amigo, estoy feo, las mujeres no me miran para nada”. Y el
otro responde “Feo? No, estás horrible”. Esa sinceridad es la que nos
diferencia.
Terminamos pensando que si un
tal Trump, llegó a la presidencia de USA, también podríamos nosotras llegar
a adelgazar, y es donde nos
lanzamos a dietas extraordinariamente infalibles, que finalmente fallan.
Dicen que con la edad viene la sabiduría, pero cuando, nos subimos a la balanza la sabiduría pesa más de lo normal…no?
Raros casos contados con los
dedos de una mano mantienen su peso. Pero yo hablo de mí, y de muchas
sufrientes féminas que transitan esa etapa terrible donde el jean ajusta más de
lo debido, donde las milanesas se alojan en la cintura, la camisa no cierra y
la vendedora te dice “llevalo que cede”.
Sinónimo de:“gordita, dejá los
postres y te va a quedar más o menos bien”.
Afortunadamente y pese a que la
ley de talles no se ejerce, tenemos mujeres que se
acuerdan de nosotras y confeccionan ropas XL o XXL y más, que no parecen túnicas árabes, ni sábanas con un agujero en el medio, sino que se detienen a probar encajes, brillos y delicadezas que también queremos lucir.
Y ustedes dirán: “¿Por qué no bajás de peso?”. Es cierto, y tienen razón. En primer lugar, no es fácil luego de los cincuenta, a menos que, como dije antes tu cuerpo esté premiado con esa figura que mantenés desde los 20, y además las ganas disminuyen hasta que un día ves que nada te entra, que parecés un tanque y al menos lo intentás.
Caminar es agotador. Excusa tras
excusa para ir a un gimnasio: “es caro”,
“ no tengo ropa adecuada”, “no quiero que me den ejercicios raros”, “ no me
gusta que me miren”.
©SILVIA VÁZQUEZ
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