No hay más que
soledad, todo es desierto, el sol está colgado y parece encadenado al cielo. Un
crujir de pastos secos lo saca de sus pensamientos, su noble animal se remueve
inquieto…
Termina el trabajo
arreglando el alambrado, cae la tarde, la garganta arde de tanta sequedad y
polvo.
Algunas veces tanta
sequedad causaba incendios que arrasaban con todo el pajonal y algunos
piquillines que cada tanto salpicaban la agreste llanura.
Piensa en su
amada…ya tendrá preparado el mate, con los patacones que gane vendiendo algunas
ovejas, le podré comprar ese vestido que tanto le gusta a su china.
Toda la pampa es
pasto seco, hasta donde puede ver el horizonte se vislumbran relámpagos
¿lloverá? Se hace esa pregunta cada vez que ve tormenta, pero ésta se hace
desear. La sequía que lleva ocho meses ya arrasó con sembrados y animales.
Nicanor hace las
tareas a conciencia, esas pocas leguas que le dejó su padre, apenas les da para
sobrevivir, las tierras secas que no dan sus frutos como desearía, algunas
veces desearía estar trabajando de puestero en alguna estancia más al norte.
Sabía de ello, pues
un amigo de paso le comentó que más al norte, las zonas eran verdes y los
campos rendían al máximo con el pastoreo.
Su rancho
confundido con el color de la tierra parece endeble, pero las anchas paredes de
barro le otorgan esa fortaleza capaz de resistir los fuertes vientos de la
Patagonia.
Tan sólo él y la
madre de su pequeño hijo residen en ese paramo, algunas gallinas ovejas y dos
caballos que utiliza para atar a su carruaje, que cada tanto carga de leña de
chañar y piquillín para mantener el calor durante el invierno.
Los chañares les
regalan sus flores amarillas en las primaveras y luego los frutos rojizos de
sabor dulzón y comestibles que hacen las delicias, dónde no hay otras frutas.
Un rayo restalla en
la lejanía y un viento con olor a humedad le llega a la nariz, monta su blanco
animal y al galope se dirige al rancho.
Tal cómo había
pensado allí se olía a tortas fritas y el mate le calmó el resuello reseco,
mientras su gurí gateaba sobre el suelo de tierra, los truenos lo asustaron.
Así era, no conocía
los truenos, lo calmó oteando por el ventanuco la lluvia se acercaba.
Desde el horizonte
llegaba para quedarse la tormenta, con lluvias que darían un poco de respiro y
algunos kilos a los animales con el reverdecer de los pastos.
Ese día la única
comida eran las tortas fritas y el mate, mañana podría pensar en matar una
gallina. La lluvia traía un tiempo de buena racha.
En ese momento hizo
un punto, una línea de conducta que se iría afianzando con el tiempo.
Con la consabida
lucha del día a día tratando de mejorar y de progresar para su familia y los
hijos que más tarde seguro llegarían.
©Maria Teresa Di Dio
En este cuento
reflejo un poco de lo difícil que fue para los primeros habitantes de la
Patagonia.
La extensa región
de la Patagonia abarca las provincias de Río Negro, Chubut, Santa Cruz, Neuquén
dos de ella solamente en parte, Mendoza y La Pampa.
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ResponderEliminarnvié este mensaje a su autora para que le responda, debería dejarme su mail