viernes, 5 de julio de 2019

Cuento: Desierto



No hay más que soledad, todo es desierto, el sol está colgado y parece encadenado al cielo. Un crujir de pastos secos lo saca de sus pensamientos, su noble animal se remueve inquieto…
Termina el trabajo arreglando el alambrado, cae la tarde, la garganta arde de tanta sequedad y polvo.
Algunas veces tanta sequedad causaba incendios que arrasaban con todo el pajonal y algunos piquillines que cada tanto salpicaban la agreste llanura.
Piensa en su amada…ya tendrá preparado el mate, con los patacones que gane vendiendo algunas ovejas, le podré comprar ese vestido que tanto le gusta a su china.
Toda la pampa es pasto seco, hasta donde puede ver el horizonte se vislumbran relámpagos ¿lloverá? Se hace esa pregunta cada vez que ve tormenta, pero ésta se hace desear. La sequía que lleva ocho meses ya arrasó con sembrados y animales.
Nicanor hace las tareas a conciencia, esas pocas leguas que le dejó su padre, apenas les da para sobrevivir, las tierras secas que no dan sus frutos como desearía, algunas veces desearía estar trabajando de puestero en alguna estancia más al norte.
Sabía de ello, pues un amigo de paso le comentó que más al norte, las zonas eran verdes y los campos rendían al máximo con el pastoreo.
Su rancho confundido con el color de la tierra parece endeble, pero las anchas paredes de barro le otorgan esa fortaleza capaz de resistir los fuertes vientos de la Patagonia.
Tan sólo él y la madre de su pequeño hijo residen en ese paramo, algunas gallinas ovejas y dos caballos que utiliza para atar a su carruaje, que cada tanto carga de leña de chañar y piquillín para mantener el calor durante el invierno.
Los chañares les regalan sus flores amarillas en las primaveras y luego los frutos rojizos de sabor dulzón y comestibles que hacen las delicias, dónde no hay otras frutas.
Un rayo restalla en la lejanía y un viento con olor a humedad le llega a la nariz, monta su blanco animal y al galope se dirige al rancho.
Tal cómo había pensado allí se olía a tortas fritas y el mate le calmó el resuello reseco, mientras su gurí gateaba sobre el suelo de tierra, los truenos lo asustaron.
Así era, no conocía los truenos, lo calmó oteando por el ventanuco la lluvia se acercaba.
Desde el horizonte llegaba para quedarse la tormenta, con lluvias que darían un poco de respiro y algunos kilos a los animales con el reverdecer de los pastos.
Ese día la única comida eran las tortas fritas y el mate, mañana podría pensar en matar una gallina. La lluvia traía un tiempo de buena racha.
En ese momento hizo un punto, una línea de conducta que se iría afianzando con el tiempo.
Con la consabida lucha del día a día tratando de mejorar y de progresar para su familia y los hijos que más tarde seguro llegarían.

©Maria Teresa Di Dio

En este cuento reflejo un poco de lo difícil que fue para los primeros habitantes de la Patagonia.
La extensa región de la Patagonia abarca las provincias de Río Negro, Chubut, Santa Cruz, Neuquén dos de ella solamente en parte, Mendoza y La Pampa.
 Cuento sugerido para adolescentes, jóvenes y adultos.
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1 comentario:

  1. le e
    nvié este mensaje a su autora para que le responda, debería dejarme su mail

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