viernes, 26 de julio de 2019

Escritora invitada: María Teresa Di Dio


La vieja casa

Era una típica tarde de invierno, muy fría, con un cielo cubierto por espesos nubarrones, lo que hacía presagiar tormenta.El oleaje traía espuma sobre la playa y se encargaba de borrar las huellas de una gaviota solitaria, el viento levantaba remolinos de agua salobre.

Entonces la tormenta indomable, desató su furia… el mar embravecido atrajo mi atención, hipnoticamente y puso funestas ideas en mi loca cabecita. Mi primer pensamiento había sido tenebroso pero… simplemente dejé que el impulso de vivir sacudiera mis entrañas y al fin desapareció mi tristeza, poco quedaba de mi pasado, una pequeña y gastada valija era todo cuanto poseía.

Había llegado a la gran ciudad con muchas ilusiones y quede prisionera en una vieja casa donde el dolor desgarró mi alma…Las vejaciones, malos tratos en manos de los proxenetas marcaron un surco de vejez en mi vida… pero un día sin mirar atrás como se pierde la tarde en el horizonte, remonté vuelo y lentamente sobre la arena, fui dejando mis huellas impresas hasta la próxima ola.

Al día siguiente, me dirigí hacia la terminal de ómnibus, debía pedir perdón a mi madre, la idea de huir del pueblito me había parecido genial pero al poco tiempo no resultó tan buena.

A poco de llegar me había faltado comida, y por ganar dinero fácilmente había caído en manos de una red delictiva. Mis diecisiete años escasos se habían convertido en veintitrés logrando borrar ese tiempo de adolescencia que en mi querido lugar hubiese sido ideal.

Sólo ahora después de este tiempo perdido y agonizando tristezas había logrado entender a mi madre. Había llegado ya a mi humilde hogar…ella con lágrimas en los ojos me recibe con un abrazo de esos que sólo una madre puede dar.

En estos seis años transcurridos el pueblo había cambiado, algunos mercados, cine y hasta una buena biblioteca, me indicaban que los años no pasan en vano.

Varios días después mi madre me entregó una dirección de un empleo en el que tendría que probar mi capacidad. Después de una prueba me incorporé a un trabajo. No era algo ideal, pero al menos me garantizaba no pasar necesidades.

Por espacio de una semana, me capacitaron para mi nueva actividad.–Sé que usted no admite la posibilidad de fracaso… -Me dijo mi empleador, mirándome con suspicacia.

Se detuvo otra vez, quizás para organizar sus ideas, respiré profundamente… sin que se diera cuenta.– Creo en mi capacidad para evaluar a las personas- Prosiguió – Y sé que usted triunfará.Los días fueron pasando en rápida sucesión, mientras acomodaba mi rutina, de pronto y sin darme cuenta había transcurrido un año. Allí estaba yo parada frente a la vieja casa…ya no sentía dolor pensé, el silencio es el último refugio de la libertad.

Y eso había logrado, mí libertad con mi silencio…

M.T Di Dio
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2 comentarios:

  1. Muy feliz de compartir alguno de mis cuentos,gracias Silvia Mabel Vazquez!!!

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  2. Gracias por compartir algunos de mis cuentos a la periodista Silvia Mabel Vazquez,por su compromiso!!!

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