La vieja casa
Era una típica tarde de invierno, muy fría, con un cielo
cubierto por espesos nubarrones, lo que hacía presagiar tormenta.El oleaje
traía espuma sobre la playa y se encargaba de borrar las huellas de una gaviota
solitaria, el viento levantaba remolinos de agua salobre.
Entonces la tormenta indomable, desató su furia… el mar
embravecido atrajo mi atención, hipnoticamente y puso funestas ideas en mi loca
cabecita. Mi primer pensamiento había sido tenebroso pero… simplemente dejé que
el impulso de vivir sacudiera mis entrañas y al fin desapareció mi tristeza,
poco quedaba de mi pasado, una pequeña y gastada valija era todo cuanto poseía.
Había llegado a la gran ciudad con muchas ilusiones y quede
prisionera en una vieja casa donde el dolor desgarró mi alma…Las vejaciones,
malos tratos en manos de los proxenetas marcaron un surco de vejez en mi vida…
pero un día sin mirar atrás como se pierde la tarde en el horizonte, remonté
vuelo y lentamente sobre la arena, fui dejando mis huellas impresas hasta la
próxima ola.
Al día siguiente, me dirigí hacia la terminal de ómnibus,
debía pedir perdón a mi madre, la idea de huir del pueblito me había parecido
genial pero al poco tiempo no resultó tan buena.
A poco de llegar me había faltado comida, y por ganar dinero
fácilmente había caído en manos de una red delictiva. Mis diecisiete años
escasos se habían convertido en veintitrés logrando borrar ese tiempo de
adolescencia que en mi querido lugar hubiese sido ideal.
Sólo ahora después de este tiempo perdido y agonizando
tristezas había logrado entender a mi madre. Había llegado ya a mi humilde
hogar…ella con lágrimas en los ojos me recibe con un abrazo de esos que sólo
una madre puede dar.
En estos seis años transcurridos el pueblo había cambiado,
algunos mercados, cine y hasta una buena biblioteca, me indicaban que los años
no pasan en vano.
Varios días después mi madre me entregó una dirección de un
empleo en el que tendría que probar mi capacidad. Después de una prueba me
incorporé a un trabajo. No era algo ideal, pero al menos me garantizaba no
pasar necesidades.
Por espacio de una semana, me capacitaron para mi nueva
actividad.–Sé que usted no admite la posibilidad de fracaso… -Me dijo mi
empleador, mirándome con suspicacia.
Se detuvo otra vez, quizás para organizar sus ideas, respiré
profundamente… sin que se diera cuenta.– Creo en mi capacidad para evaluar a
las personas- Prosiguió – Y sé que usted triunfará.Los días fueron pasando en
rápida sucesión, mientras acomodaba mi rutina, de pronto y sin darme cuenta
había transcurrido un año. Allí estaba yo parada frente a la vieja casa…ya no
sentía dolor pensé, el silencio es el último refugio de la libertad.
Y eso había logrado, mí libertad con mi silencio…
M.T Di Dio
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Muy feliz de compartir alguno de mis cuentos,gracias Silvia Mabel Vazquez!!!
ResponderEliminarGracias por compartir algunos de mis cuentos a la periodista Silvia Mabel Vazquez,por su compromiso!!!
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