¡Sálvame!
¡Sálvame! de este desierto desolado,
donde la arena arrastra mis sueños marchitos,
y el sol, cual testigo de un llanto callado,
Sálvame de la angustia que martiriza mi cuerpo,
de un eco que retumba, pesado, sin tiempo,
de una vida que se aferra a la tormenta precisa.
¡Sálvame! de este frío silencio,
donde el alma se pierde, se quiebra, se agita,
en un mar de recuerdos, anclas sin peso,
donde el amor se disuelve, se escapa y se invita.
Oh, sálvame de un olvido que me consume,
que perfora los días y drena mi esencia,
donde todo parece un espejismo que fume,
y el sol se oculta, dejando la tristeza en presencia.
En esta vasta soledad, un susurro de vida,
un destello que brilla, un refugio, un abrazo,
te llamo, oh destino, que mi fe no se olvida,
sálvame, muéstrame el camino del acaso.
Porque en el horizonte, quizás hay un sendero,
donde las flores brotan, donde canta la risa,
y quiero hallar esa luz, volver a lo sincero,
sálvame de este desierto, devuelve mi brisa.
Magna Zhimena
Santiago de Chile.
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