La huída
El viento movía
las hojas de los arbustos y corría peligro que me vieran. Además, las vías del
tren estaban repletas de gente, buscándome. No podía salir de ahí. Era
peligroso para mí y para ella, que me esperaba del otro lado de la estación.
La fuga habría
sido en vano si nos encontraban. Teníamos las bolsas con las cosas que más nos
interesaban, en realidad las llevaba ella, porque yo era veloz para correr,
pero liviano.
Alguien me tomó
de una oreja, corrió la rama más alta del arbolito que me escondía y me dijo
“Así que acá estabas, vaguito, volvamos a casa de una vez que se está haciendo
de noche y mamá está preocupada”.
Miré
hacia la estación, le hice un ademán a Nina que me miraba desde lejos y me
entendió.
No estábamos
preparados para huir. Apenas habíamos egresado del jardín de infantes.
©Silvia Vázquez
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