viernes, 27 de junio de 2025

Escritora invitada: Leonor Pires - "El barrilete"- última parte

 Como todas las noches antes de acostarme hablaba frente al retrato de mi abuelo, y podría asegurar que él me escuchaba .Le contaba mis penas y mis alegrías, me pareció que esa noche me sonreía y mi vista se dirigía sin proponérmelo al barrilete.





Decidí descolgarlo y al día siguiente lo fui a remontar.

Comencé la caminata sin apuro como cuando íbamos juntos compartiendo ilusiones.
Oía la vos de mi abuelo como cuando caminábamos y él hacía proyectos para
ambos,su vos se filtraba entre las ramas de los pinos y eucaliptus que dejaban
caer sus hojas secas  y sus frutitos pequeños y perfumados a nuestros pies.
Me iba acercando a la barranca, al lugar justo donde aquella única vez nuestro
barrilete ganó el cielo desafiante, con arrogancia ...Mi corazón latía desbordado
de recuerdos y emociones, mientras él se elevaba hacia una montaña de nubes mu-
llidas y se escabullía  graciosamente por algún celeste claro, buscando la estrella
oculta donde mi abuelo tal vez reinaba..., lugar incoógnito de nuestra cita...
En mis oídos resonaba un  singular murmullo  que me indicaba.:Tira...tira del hilo, no
te descuides, tu eres el piloto...no lo sueltes porque lo podemos perder.

Descendió lentamente...y regresé a casa envuelto en una nostalgia dulce...
Con el miedo a perderlo repetí muy pocas veces la experiencia.

El invierno aceleraba su llegada, la nieve comenzó a pintar con blancas pinceladas el
paisaje, pronto saldrían a buscar la luz " los tulipanes "y las violetas de los Alpes" lu-
ciendo osados colores que adornaban los ventanales y la galería de nuestra casa, que
me pareció mas bonita que nunca, tal vez porque pronto debía dejarla.

Antes de partir a la univesidad donde forjaría mi futuro como Ingeniero, a pesar del
frío reinante salí a remontar mi barrilete a modo de "despedida". Mi madre me advirtió
que no era el día adecuado para esa actividad, me encapriché y salí acompañado de
los recuerdos a veces claros y otras agazapados en mi alma.

Le costaba elevarse, un viento escondido lo zarandeaba con una fuerza inusitada, de
pronto el hilo se soltó del carrete y emprendió una violenta marcha, cruzó el río y se
perdió detrás de los pinos y los abedules de la vecina orilla.¡
¡Abuelo!...se fué contigo, cuídamelo!.. y pensé: "Igual que tu volaste hace un tiempo
a otro espacio con tu alma sensible a dirigir desde el cielo el canturreo de los pájaros
y el rumor de los árboles, el también se fue alardeando de haber conseguido su libertad....
Estaba desconcertado pero no triste, colgué el carrete en el lugar que había estado el ba-
rrilete al lado de la fotografía de mi abuelo!.   
El sueño no llegaba,cuando asomara el día debía partir rumbo a la promesa" de un mundo
mejor" para obtener al final mi título de ingeniero y el sueño no llegaba.....La hora para
levantarme parecía cada vez mas lejos del despertador.


Mis padres me acompañaron hasta el embarcadero, el muelle había sido construido por mi
abuelo Günther hacía 30 años,cruzamos el río en una moderna nave de mediana enverga-
dura, dejando atrás mi pequeño pueblito serrano que visto a lo lejos parecía recreado en un
lienzo por el mejor de los pintores, donde había vivido un mundo ilimitada de ocurrencias
apoyado por mi cariñosa familia...

De éste lado del río, sólo a 20 kilómetros por la carretera principal estaba la "Ciudad Univer
sitaria"donde comencé una nueva etapa de mi vida.

Al principio me sentía solo y triste,pero estaba rodeado de buenos compañeros que hicieron 
mas fácil mi estadía.

Regresaba cada fin de curso a mi hogar, para Navidad, a compartir con mis padres, ya ancianos y mi hermana que les había dado dos nietos quienes alegraban su vejez, días cálidos de amor llenos de recuerdos y nuevas experiencias.
Las vacaciones pasaban rápidamente, me iba acostumbrando a los cambios, ya pertenecìa un poco a la ciudad, llena de ruidos. El tranvía pasaba junto a la ventana de mi cuarto y añoraba el silencio de mi pequeña aldea, dondo los árboles solamente susurran cuando el viento los mueve.

Conocí a Gerba Goring, compañera de estudios, que también extrañaba su ciudad de MÜR, queestá frente al mío. Ella también soñaba, como yo, volver a vivir cerca de su familia.
Teníamos muchos planes similares para el futuro después de la Universidad.
Los maravillosos atardeceres compartidos estudiando sobre el césped húmedo, plenos de color y pensamientos, hicieron florecer el amor.
Algunas noches tomados de la mano, paseando bajo el cielo de verano, entraron las estrellas
a nuestros ojos dándole brillo a nuestras jóvenes vidas.

Con los flamantes diplomas en nuestras manos, iniciamos el programado "futuro".
Decidimos instalarnos en su pueblito natal, lejos del mundanal ruido, en una casita propoia de
un cuento de hadas ,eso permitía que viera a mis padres a menudo, sólo tendría que cruzar el río.
Comenzamos a empacar nuestras pertenencias. Todo lo que teníamos en nuestros cuartos de solteros, vinieron a parar al nuevo hogar. Fue emocionante reencontrarse con aquellas cosas, algunas ya olvidadas. Sólo quedaba una gran caja de Gerba para desempacar, pero el cansancio nos venció y lo dejamos para el día siguiente.


Luego de nuestro primer desayuno como pareja, abrimos la caja, mi corazón dejó de latir por un momento, allí estaba mi barrilete! Me abracé a él e irrumpí en un interminable llanto.
Gerba sin entender lo que pasaba inutilmente trataba de calmarme, cuando lo consiguió le conté como pude el porqué de mi reacción al verlo. Ella a su vez cómo había llegado a sus manos...

Una tarde- dijo -mi perrito ladraba con insistencia, me arrimé a su casilla pensando que tenía frío y abrigarlo con su mantita, pero lo que le inquietaba era esta hermosa "cometa"que había caído del cielo a su lado. y como tenía las iniciales de mi nombre "G.G",  la guardé.sólo tenía dos varillas averiadas y mi padre las arregló.Le conté mi historia. "No hay duda que ésto estaba en"un plan divino" porque las cosas que ocurren no son por casualidad- dijo Gerba conmovida. Fuimos a la tienda a comprar hilo para el carrete y por la tarde a remontarlo a la orilla del río "del otro lado", en cada nube que lo rodeaba, veía la sonriso de mi abuelo, escuchaba el susurro de su voz ,saliendo de las ramas de los árboles, y como antaño diciéndome ...tira...tira suavemente, tu eres el piloto...te dije-  que nos iba a mantener siempre unidos.¡Gracias abuelo).

©Leonor Pires

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