viernes, 20 de junio de 2025

Narrativa: Vejez

 Vejez

 

Caprichosamente vuelan los instantes. Cada segundo deja de ser eterno y los momentos se convierten en minúsculas gotas de rocío.

La palabra regresa a los labios y repite una y otra vez las frases desdichadas.

Las mañanas hacen renacer las ganas de vivir cuando el sol se cuela en las hendijas de la persiana de madera pesada y las plantas del patio miran al sol desfachatadamente.

Hay que desperezarse despacio, para que no cruja cada uno de los huesos del cuerpo, y levantarse lentamente para comenzar el día.

Pequeños quehaceres, almuerzo y una siesta relajante aunque después de noche cueste conciliar el sueño.

Las plantas se regocijan con el agua fresca y regalan flores de colores variados del otro lado de la ventana.

La limpieza de la casa es hábito por tiempo de sobra y la espera del atardecer es una rutina.

Así todo el tiempo, así por semanas, meses, años, hasta que un día cualquiera los segundos que quedaban volaron, los momentos se quejan y resquebrajan y la palabra ya no tiene lugar.

Así, despacio, como cuando regaba las plantas y crujían los huesos al amanecer; así despacio como la siesta de la tarde luego del almuerzo. Así se fue, imperceptiblemente, dejando un enorme vacío en la casa.

Muchos años, muchos recuerdos, mucho trabajo sobre los hombros. Vivir, simplemente eso, vivir.

©Silvia Vázquez

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