Máscaras
Va el hombre por la calle. Serio. Ajeno a
todos los que pasan por su lado. Se puede opinar livianamente que es hasta
antipático.
El
hombre avanza sin mirar a nadie. Con su rigidez en el rostro.
A la
par, cruzando la calle Del cortejo una muchacha va hablando por teléfono. A su
palabra le contestan con algo que a ella le causa risa. Se ríe a carcajadas.
Causando risa en los vecinos que la observan curiosos.
Son las diez de la noche. Juan les cuenta a
su familia sonriendo tímido que esta mañana le dieron un premio en su trabajo.
Por cumplir. Por ser amable con los
clientes. Por no llegar tarde. Salió temprano por la calle del Cortejo.
Juan cuenta que le costó varias horas asumir
que ese mes cobraría más de la cuenta. Así podría consumar los sueños de
comprarse aquel equipo de marca para jugar al fútbol con sus amigos. Tímido.
Conforme con su mundo.
A esa misma hora Natalia, presa de
sentimientos desencontrados se arrojaría bajo el tren de la estación de Campos.
Vivía
sola. Separada y lejos de su familia. No pudo con su mente y cansada cometió
terminar así su vida.
No siempre podemos descifrar en las personas
su verdadero rostro.
Una
risa no te hace feliz. Una lágrima no te trae la pena.
©Mirta Serrano

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