Tenía sobre su
hombro los tres pájaros. Tal era su belleza inmortal que cualquiera quedaba
obnubilado al verla.
-
Los
pájaros son mágicos, decían. En tierras lejanas han curado desahuciados y
perdidos…
Ella disfrutaba
de su compañía. La mayor de las hijas del último druida de Irlanda, guardiana
de las diosas de O`Keefes, vivía en la costa de Glandore, en Cork. Una tierra de la juventud más allá de los mares
conocidos: la Isla prometida donde habitaban hadas y héroes inmortales. Algunos
dicen que se trataba de Avalon, el hogar donde reinan los héroes y dioses
celtas.
De cabello rubio
y largo, tenía un admirador, llamado
Ciabhan, un mortal, que residía en Curling Lockis, el del cabello encrespado. Cliodhna conoció a
Ciabhan, su gran amor, cuando éste apareció en las costas y estuvo a punto de
ahogarse. Ciodhna le rescató, y los pájaros que siempre la acompañaban sanaron
sus heridas. El había arreglado el paseo con Cliodna. El había soñado con ese
momento junto a ella. Y ella con él. La campiña era ideal para encuentros
románticos. La convenció. La compañía era especial, no cualquier mortal
podía estar junto a la reina hada. Pasar
la tarde entre verdes praderas de la costa de Irlanda lo seducía, tanto como
ella lo hacía, aunque en realidad lo atraía mucho más la caza de venados.
El se había
apartado unos metros. La atención hacia el venado era muy fuerte. Y Mac Lir lo
aprovechó. Tocó su música hasta que puso a Cliodna en un sueño profundo y le
envió una ola, tan grande que la arrastró hacia a Tierra Prometida.
También las aguas
blancas del tamaño de una montaña se levantaron gritando por él. El también estuvo
en peligro. Cuando vio el caballo gris con un jinete que traía una brida de
oro, supo que también podría estar bajo el mar entre las nueve olas. Pero aún
así, íntegramente seco, sin una gota de agua, se levantó pidiendo al jinete
ayuda. Lo subió al caballo y arrastró hacia el al bote de madera, salvando su
vida.
Algo había a cambio de ese favor: ayudar a quien se le presente, por siempre.
Lo aceptò. Fueron ambos a la Tierra Prometida, donde encontraron el lago de los
duendes, que festejaban con cuernos que sonaban por doquier, y se llenaba de
música.
La muerte de
Cliodna bajo las aguas, fue el final del romance.
El amante de
Cliodna quedó desolado y triste sin poder remontar su tristeza., pues los
pájaros de Cliodhna volaron tras ella también a Danaan, y eran los únicos con
el poder de sanar al muchacho. Sin embargo, Cliodhna utilizó su magia para
proteger a Ciadhan desde su hogar lejano, y se dice que algunas noches
conseguía verla tras las nubes de la bahía de Glandore
©Silvia Vázquez

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