Reclinas tu cabeza sobre una almohada blanda,
en ella, tus sueños vuelven a la oscuridad:
recuerdos amargos, esperanzas perdidas,
penas no olvidadas, tristezas escondidas.
De repente vuelves, y solo
una lágrima escondida en tu regazo
es fiel testigo de lo que tu ser grita.
Necesitas paz, una brisa que te envuelva de repente
y te haga volar, como un pájaro con el ala herida,
como si comenzaras a caminar de nuevo,
como entonces, cuando niña.
Un eterno sabor a melancolía
se posa en tus labios entreabiertos,
y descubres que el sueño era eso,
solo un sueño,
y trémula despiertas ante tanta ansiedad,
te miras al espejo, a escondidas,
y descubres que la mujer se asoma
entre surcos irremediables de la vida.
Y eres feliz, solo por instantes
como un rompecabezas que se arma con el tiempo,
porque la felicidad es eso,
solo instantes, solo momentos.
©Silvia Vázquez
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