El discurso de odio
Actualmente vemos y escuchamos mucho sobre el famoso
discurso de odio. Yo diría más bien el discurso de interpretación, de lo que
escuchamos, leemos y comentamos.
Siempre hubo partidarios y contrapartidarios. El tema es que
no intenten convencernos más allá de la mera situación de tener diferentes
pensamientos.
Lo que se está haciendo es infundir sentimientos negros e
indecentes para tratar de que el otro piense como nosotros. No hablamos
solamente de los mensajes de chat, que pueden ser interceptados o de los
mensajes y publicaciones en redes
sociales “que incitan al odio” y son cancelados con la advertencia correspondiente
al usuario de la red.
No llego a comprender para qué el fervor de querer que el
otro piense igual , que por obligación o prepotencia debe tener las mismas
creencias.
Desafortunadamente ese odio infundido llega al intento de
asesinato, de persecución y de organización de grupos anti todo.
Se habla mucho de la paz, del bien común, pero como decimos
siempre que la paz comienza por el interior de cada uno de nosotros, deberíamos
sentarnos un rato al día y pensar, qué hicimos durante el día para promover la
paz, primero en nuestra vida y luego transmitirla a los demás.
Hay pequeñas cosas que podemos hacer para eso. No únicamente
pensar en que allá lejos hay gente en guerra que sufre. Si, también, pero
tal vez más cerca nuestro hay alguien
que necesita de la tranquilidad de vida, de una palabra de aliento, de una
sonrisa, o de algún otro gesto que nos lleve a esa paz tan necesaria.
Hagamos ese ejercicio de sentarnos solos, pensar por un rato
si pudimos lograrlo y si no poner toda la voluntad para que el día siguiente al
levantarnos, aparezca como primera opción. Hacer la paz es fácil, solo hay que
intentarlo.
No obliguemos al otro a pensar como pensamos, a vivir como
queremos, a sentir como sentimos. Somos seres individuales aunque vivamos en
comunidades, y si cada uno de nosotros lo intenta, podrá ser.
©Silvia Vázquez
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