viernes, 31 de enero de 2025

Escritora invitada: Karen Zapphire

 Trasiego



La casa se mueve.

Levanto la mirada hacia el techo buscando una pizca de comprensión, e

inmediatamente los párpados caen como hierros pesados. Quedan pegados al

piso en donde los rectángulos observan simétricos, sin decir una sola palabra.

De repente, cambian de color y recobran la vida. Retuercen su

geometría invitados por el ruido sonoro que mi sordera frena, y saltan hasta el

techo, quedando adheridos. Forman otro piso de planos opuestos.

Sin contentarse se requiebran, pierden brillo, y raudos, esperan arrancar

de mi boca algún vocablo aterrador o desesperante.

Nada... solo la mudez se escucha y mis ojos nuevamente se inquietan.

Cambian de color entre almendras, avellanas y esmeraldas, y comienzan a

danzar al ritmo de la casa.

De vez en cuando, los ventanales conceden permiso al sol para moverse

hacia un rincón frío y desolado. En lucha constante, las nubes chocan contra

los vidrios. Uno, estalla desperdigando miniaturas hacia las paredes. Las

diminutas partículas se esparcen en hilos de colores, y rebotan sobre los

muebles desafinados.

La mirada me empuja hacia las botas. No las alcanzo. Entre potros y

bombos ellas pulsan adheridas al viento. Se alejan.

Los rectángulos, cansados de tanto salto, vuelven a caer simétricos

hacia el piso, en un constante ciclo de movimiento y sonido.

Por momentos, el tempo es débil, y otras veces, el compás deviene con

fortaleza inaudita.

¡Tiembla el malambo al ritmo de las mudanzas!


©Karen Zapphire

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