No vas a decir nada
de mis ojos de recién nacida
ni de mi orden invertido
para la belleza.
No vas a decir
una palabra
de la nervadura pálida
que me recorre,
de este territorio baldío
que alumbra el tránsito
ni de cómo arrastro mi imagen
después de perder la fe.
No vas a hablar
de la dicha de mis pies en el río
del rumor de mis pasos
en la huida
sobre mi tregua cotidiana
con la muerte.
No vas a hablar
de los peligros del amor
en este cuerpo
irresistible.
©Mariela Palermo
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