viernes, 13 de abril de 2018

Cuento:Milagro futbolero


A pesar que la tarde no estaba plena de sol y corría una brisa  gélida, la gente estaba sentada quieta, casi sin parpadear en las tribunas del estadio.
Banderas de color rojo, desplegadas de una punta a la otra de las tribunas, servían para cobijarse del invierno que estaba pronto a llegar.

Nadie tenía un pronóstico cierto del partido. Muchos opinaban que había que esperar, que podía pasar cualquier cosa.
Otros optimistas, ya aseguraban un ganador.

Salieron los jugadores al campo, la gente gritaba el nombre colorido del futuro campeón, alzaban banderas, inventaban cánticos. El partido comenzó y el primer salto al unísono retumbó en la tribuna de la derecha. Goooolll!!!!! Ya iban uno a cero, las esperanzas de ganar el campeonato estaban más cerca.

El calorcito comenzaba a sentirse. Adiós sueters y camperas. No hacían falta, ya se había calentado el ambiente y el ir y venir de movimientos ayudaba a espantar el frío.
Al finalizar el primer tiempo, los comentarios de la tribuna ganadora eran intensos. Vamo que ganamo! Si, ya somo campeones!

Un hombre delgado y alto, sentado en una punta de la fila, no emitía opinión. Apenas fumaba su cigarrillo, tranquilo, como analizando fríamente cada movimiento de los jugadores.
Comenzó el segundo tiempo. Los rojos entusiasmadísimos, coreaban cánticos de gloria. El anciano, seguía sentado, fumando…
De repente, el blanquiceleste dio vuelta el partido. Un penal cobrado justamente le dio la posibilidad de empatar. A los 30 minutos, el goleador metió el balón derechito en el medio del arco. No daban más…los hinchas no podían creerlo.

Los rojos, preocupados y con razón, insultaban al árbitro, arengaban al capitán y nada. Los celestes tomaron la punta. Otro gol…y van…tres a uno!
La pitada final los encontró llorando a algunos, a otros insultando, los blanquicelestes festejaban con lágrimas en los ojos. No lo podían creer! Iban perdiendo y de repente se les dio vuelta el partido…


La cancha se iba vaciando de a poco. Algunos se juntaban afuera para seguir cantando. Los rojos, corrieron para el otro lado, intentando pasar desapercibidos. Cerca estaba su guarida. Allí los esperaban con las mesas servidas, sin nada que festejar.

Los blanquicelestes, felices, recorrían las calles del sur, disfrutando del éxito.
En la fila de platea, sentado, fumando su cigarrillo, estaba el viejito. 

En su rostro, una mueca de felicidad contenida. A su lado, Gabriel  le decía: Señor, Señor, estamos tan agradecidos por esto… Sabíamos que Ud era de Racing, pero no esperábamos tanto!
Se levantó despacio, acomodó su cabello blanco, tiró el cigarrillo y salió.
“No hay que festejar antes de tiempo, hijo”.

©Silvia Vázquez


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