A las seis de la
tarde en el bar de Santa Fe y Callao. Era ahí la cita. Yo suponía que me
engañaba, pero hoy lo iba a poder ver
con mis propios ojos.
Ciertas
reacciones me hacían creer que algo andaba mal. Aquellos mensajes en horarios
extraños, llamadas equivocadas cuando yo estaba en casa, hasta me manoteó un
par de veces la correspondencia porque decía que esperaba algo “urgente” del
correo.
Ya no sabía que
hacer. No era frecuente que fuera al centro, por lo cual me extrañaba aún más
que últimamente lo hiciera una vez a la semana y a la misma hora.
Obvio que se lo
había preguntado, pero me respondía con evasivas:
“Voy a buscar unos seguros, y
tengo que firmar yo, no puede retirarlos nadie más”, o “Tengo que hacer un
papeleo en el Banco y necesitan mi firma.”
Ya no le creía.
Si bien su actitud hacia mí no era para desconfiar, sospechaba que algo
escondía.
Me dijo que a las
seis de la tarde él se iba a encontrar con esa mujer, como hacía un mes. Hasta
me la había descripto minuciosamente. Morena, de ojos grandes y pelo lacio y
largo. Tal cual le gustaban a él.
No se si lo mio
era una mezcla de bronca y celos o simplemente la curiosidad de saber quien era
mi rival. A lo mejor era la forma de prepararme a luchar y contra quien.
Me vestí con
muchísimo detalle. Me maquillé, cosa que no hacía habitualmente, y me planché
el pelo para que tuviera más brillo y pareciera aún más largo.
No fui en auto,
sabía que no podría volver en el estado en que me encontraría luego de verlos.
Preferí viajar, para correr y parar un taxi, después de decirle unas cuantas
cosas a la cara a los dos.
El trayecto desde
casa al centro no era de más de cuarenta minutos. Aquella tarde parecía eterno,
el tren no llegaba más, y el subte desparramaba gente en cada estación haciendo
interminables las paradas.
Caminé unas pocas
cuadras y me quedé esperando en la esquina opuesta.
Ahí los vi, ella
con un solero blanco, lo esperaba. El llegó y la besó en la mejilla, mirando
hacia un lado y otro. Crucé la calle, me paré y los miré. Ella sorprendida,
preguntò “¿Quien es la señora?”
El, mirándome de
arriba abajo, solo dijo “¿Qué hacés acá? “ El sopapo que le di , resonó en la
avenida y hasta un par de turistas acostumbrados a ver cosas extrañas por el
mundo, se dieron vuelta.
“Pero, ¿qué te
pasa, por qué reaccionas así?”
Ella inmutable,
con un sobre en la mano, seguía parada mirando la escena.
“Bien , creo que
ya mi trabajo terminó, sr, los dejo solos”- y se dio vuelta , flameando su
vestido blanco.
“Hasta aquí
llegamos” le dije, “jamás pensé que me
engañarías .”
“ ¿De qué estás
hablando? Engañarte? Bueno… si lo llamás de ese modo, puede ser, pero en
realidad quería darte una sorpresa. Te acordás las veces que me pediste conocer
Londres? Bueno, estuve averiguando sobre los viajes y conseguí un tour que sale el mes próximo, y
recorre las ciudades más importantes de Inglaterra y Escocia. Hice los trámites
de reserva, ¿no te diste cuenta que no tenías tu pasaporte en casa?
Luego, esta
señora, me preparó la lista de ciudades a recorrer, es de una agencia de
viajes, ella se encargó del resto de las cosas, incluyendo los hoteles y las
visitas a Liverpool, ¿ahí querías ir,no? También está en los planes cruzar a
España… de paso conocemos Madrid… y …”
El siguió
hablando. Solo sentía el latido de mi corazón sobre su pecho, y su voz
susurrándome al oído. Solo escuchaba los nombres de las ciudades que soñé
conocer toda mi vida, y el “disculpame” que yo repetía una y otra vez
abrazándolo fuerte, fuerte…
©Silvia Vàzquez
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