¡Otra
Nochebuena insoportable! Otra decepción más este año. Estuvo complicado desde
el invierno pasado. Más allá de algunas changas para la comida, no hubo.
Los chicos
primero. Ellos necesitan para el colegio, para comer. La Meche y yo hacemos lo
que podemos, pero ellos son primero. Y otra vez la Nochebuena sin regalos.
Me acerqué al
arbolito anoche y los chicos ya dejaron las cartas para Papá Noel. El mayor
quiere una bici y el menor un triciclo. ¡Le dije que triciclo va con “C”!
Imposible eso. No hay un peso. Mejore dejo de
pensar y salgo a ver si consigo algo para la comida de esta noche.
El centro está
desierto, es la 1 casi y nada. Poca gente camina a esta hora porque la mayoría
dejó de trabajar al mediodía. Está casi todo cerrado, menos la parrilla de la
esquina de Libertad que me regaló un poco de asado por limpiarle los vidrios.
Sigo caminando
pero ya con algo para llevar a casa. Cruzo 9 de julio y voy para el lado de
Recoleta. Camino... nada. De repente, una señora me grita desde un balcón.
-
“Señor,
ud puede ayudarme? Se me cayeron las
llaves a la vereda y no puedo salir, no podría traérmelas? Abra la puerta del
edificio y suba hasta el 1er piso, por favor. Tengo que irme de mis hijos y no
puedo salir.”
Pensé… tenía
que seguir caminando para llevar algo más a casa, pero me acordé de lo que me
decían mis padres “Nunca te arrepientas de ayudar a otro”.
-
“Ya
subo señora”, le dije.
Abrí la puerta
del frente, y subí. Abrí su puerta y me recibió sonriente y aliviada.
Agradecida porque los hijos vivían lejos y no podía llamarlos para que fueran a
socorrerla.
-
“Gracias
joven”, me dijo. ¿Ud tiene chicos?
-
“Si,
señora, dos varones. ¿Por qué?”
-
“Uh
justito. Mire, acá hay un triciclo y una bicicleta que mis nietos ya no usan
más, y la verdad me ocupan mucho lugar. ¿No se ofende si se las doy? Favor por
favor…
No
lo podía creer, parecía un cuento de hadas.
¿Cómo
hacía para llevar eso hasta casa? Eso me preocupaba.
-
“Quédese
tranquilo que llamo a un remis que tienen camionetas también. Las baja usted,
eso sí, y que se las lleve hasta donde ud vive”.
-
“Si,
señora, pero es lejos, y no puedo pagar ese viaje”
-
“No,
por favor, el viaje lo pago yo, después del favor que me hizo!”
Volvió a mi
cabeza la frase de mis viejos “Nunca te arrepientas de ayudar a otro”. Le
agradecí a la señora con un abrazo, se me iluminó la cara y a ella también.
Bajé la bici y
el triciclo. Parecían nuevos, recién comprados. Los pibes se iban a volver
locos…
Llegaron
juntos, la camioneta y el auto. La señora recibió una bolsa con algunas cosas
para brindar, regalo de la remisería y me las dio también. Subimos todo y
marchamos para casa.
La señora
estaba feliz y yo ni se imaginan. El chofer de la camioneta era un hombre
mayor, de cabello blanco y barba.
Doblamos en la
Avenida. Los chicos estaban en la puerta jugando a la rayuela.
Estacionamos,
bajé el paquete de comida y lo que me dio la señora.
-
“Hola
pa”, dijeron. “¿Quién es ese señor?”
Bajamos la bici
y el triciclo.
-“¡Papá Noel,
llegó Papá Noel!”, dijeron.
La Meche corrió
a la vereda, limpiándose las manos en el delantal. Abrió los ojos tan grandes
como nunca.
-
“Después
te cuento”, le dije.
©Silvia Vázquez
Un cuento de Navidad bien argentino. Gracias.
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