COSQUIN 2019
59° Festival Nacional de Folklore
HOMENAJE A ZITTO SEGOVIA
Sábado 2 de Febrero del 2019
“CARAVANA DE LA FLOR”
LUCAS SEGOVIA E INVITADOS
Un recorrido por la obra de Zitto Segovia, sus canciones más recordadas por su pueblo.
Bajo la dirección Artística de Lucas Segovia
Invitados: Coqui Ortiz, Joselo Schuap, Bruno Arias,
Banda: Juanchi Cardozo en Contrabajo, Nestor Acuña en Piano, Acordeón y Dirección Musical, Matias Murua en Percusión.
“Deseo trascender en mi pueblo a través de mis canciones” Zitto
Zitto Segovia, el máximo exponente de la cultura chaqueña, cantor exquisito y referente fundamental de la música del litoral, será homenajeado a 30 años de su Consagración en Cosquin 2019.
En ese mismo 1989, cuando Zitto se encontraba en la cúspide de su carrera, fallece en un trágico accidente junto a músicos compañeros. Ese mismo año sería recordado en las efemérides del festival como el último año que un chaqueño se llevaba el máximo galardón del festival que es el aplauso del público, la consagración.
Zitto es uno de los artistas de culto de la música popular, sin embargo su acento musical nació del pueblo, la musa inspiradora que tuvo en su voz el nexo para contar tantas historias de su gente.
Hoy Zitto Segovia sigue sumando admiradores, jóvenes que lo tienen en sus remeras y músicos como referente del cancionero folklórico.
Bajo la dirección artística, musical y selección de repertorio de uno de sus hijos: Lucas Segovia, y con grandes artistas invitados como Coqui Ortiz, Joselo Schuap y Bruno Arias, el cantautor Zitto Segovia regresa en el canto, cuando ese canto se hace rio, al escenario mayor de folklore..
MÁS DE ZITTO (fuente Diario El Norte)
“Como él no habrá otro igual”
Después de una infancia común a la de tantos chicos, con barrilete, pelota de trapo, figuritas, el despertar de la barba y de las cosquillas juveniles lo sube a los primeros escenarios con una guitarra.
Venía pintando el dúo Las Voces del Quebrachal. Enseguida se fue a Buenos Aires, por las ganas de llevar su canto lo más alto posible. Lo aplaudieron en La Peña de Fanny, movió El Hormiguero y trepó en La Cuesta. Regresó al Chaco en 1978. Argentina sangraba en doloroso silencio y gritaba el triunfo del fútbol, primer campeonato mundial de su historia. Los que lo van conociendo en aquella época, se sorprenden con ese negro pintón de voz atenorada, que no gritaba para hacerse escuchar.
Al año siguiente viajó a México invitado por el Fondo Nacional de las Artes. Conformó allí el trío Los Huincas pero nuevamente volvió a la provincia a fines de 1980.
Se reconoce esta como su mejor etapa, cuando musicalizó letras de conocidos autores locales, utilizando un ritmo que él popularizó: la charanda, cercano al chamamé, tanto en sus orígenes como zona de influencia.
El acercamiento con Martha Quiles y Raúl Cerrutti lo llevó a encauzar su guitarra y su voz definitivamente en el embrión del canto al Chaco, a las cosas de este suelo. Musicalizó obras de Bosquín Ortega, del Turco Vera Azar, de Carlos Alberto Báez Salcedo, Lino Mancuello, Carlos Aguirre, Víctor García del Val, Eduardo Black, Marilí Morales Segovia... Es cuando brotan las canciones más queridas por el Negro y por su gente.
Saltan luego las charandas, ese ritmo llegado del África y adoptado en la zona uruguaya (charrúas) y en la Mesopotamia Argentina (guaraníes). Viene la Charanda de la libertad, la Charanda negra, se evoca a Nocaut González y nos estremece con Lucía de arena.
Tal vez el momento culminante de su trayectoria pueda ubicarse en el Cosquín de 1986, cuando con su guitarra en ristre, con Johnny Bher a un lado y al otro el gordo Reyna, hizo explotar la plaza Próspero Molina.
Actuó en diversos festivales folclóricos locales y nacionales y obtuvo su mayor galardón en 1989, con el premio Consagración que ganó en el Festival de Cosquín.
Su temprana muerte lo sorprendió cuando era reconocido como una de las promesas renovadoras de la música litoraleña.
“Deseo trascender en mi pueblo a través de mis canciones”, había dicho alguna vez. No estaba lejos de cumplir su deseo. Con su tenacidad, su voz y su ángel caló hondo y quedó grabado a fuego en el alma de su pueblo, nuestro pueblo. Mito, recuerdo y gloria artística, “como él no habrá otro igual”.
Después de una infancia común a la de tantos chicos, con barrilete, pelota de trapo, figuritas, el despertar de la barba y de las cosquillas juveniles lo sube a los primeros escenarios con una guitarra.
Venía pintando el dúo Las Voces del Quebrachal. Enseguida se fue a Buenos Aires, por las ganas de llevar su canto lo más alto posible. Lo aplaudieron en La Peña de Fanny, movió El Hormiguero y trepó en La Cuesta. Regresó al Chaco en 1978. Argentina sangraba en doloroso silencio y gritaba el triunfo del fútbol, primer campeonato mundial de su historia. Los que lo van conociendo en aquella época, se sorprenden con ese negro pintón de voz atenorada, que no gritaba para hacerse escuchar.
Al año siguiente viajó a México invitado por el Fondo Nacional de las Artes. Conformó allí el trío Los Huincas pero nuevamente volvió a la provincia a fines de 1980.
Se reconoce esta como su mejor etapa, cuando musicalizó letras de conocidos autores locales, utilizando un ritmo que él popularizó: la charanda, cercano al chamamé, tanto en sus orígenes como zona de influencia.
El acercamiento con Martha Quiles y Raúl Cerrutti lo llevó a encauzar su guitarra y su voz definitivamente en el embrión del canto al Chaco, a las cosas de este suelo. Musicalizó obras de Bosquín Ortega, del Turco Vera Azar, de Carlos Alberto Báez Salcedo, Lino Mancuello, Carlos Aguirre, Víctor García del Val, Eduardo Black, Marilí Morales Segovia... Es cuando brotan las canciones más queridas por el Negro y por su gente.
Saltan luego las charandas, ese ritmo llegado del África y adoptado en la zona uruguaya (charrúas) y en la Mesopotamia Argentina (guaraníes). Viene la Charanda de la libertad, la Charanda negra, se evoca a Nocaut González y nos estremece con Lucía de arena.
Tal vez el momento culminante de su trayectoria pueda ubicarse en el Cosquín de 1986, cuando con su guitarra en ristre, con Johnny Bher a un lado y al otro el gordo Reyna, hizo explotar la plaza Próspero Molina.
Actuó en diversos festivales folclóricos locales y nacionales y obtuvo su mayor galardón en 1989, con el premio Consagración que ganó en el Festival de Cosquín.
Su temprana muerte lo sorprendió cuando era reconocido como una de las promesas renovadoras de la música litoraleña.
“Deseo trascender en mi pueblo a través de mis canciones”, había dicho alguna vez. No estaba lejos de cumplir su deseo. Con su tenacidad, su voz y su ángel caló hondo y quedó grabado a fuego en el alma de su pueblo, nuestro pueblo. Mito, recuerdo y gloria artística, “como él no habrá otro igual”.
.....................
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu comentario