Abro el
diario del domingo. Rubro 59. Nunca lo leo. Hoy es un día especial.
Mis
ojos ya no soportan mucho la luz del sol, por eso prefiero la noche. La noche
es luz, no ciega. La disfruto. Tiene vida. El aire huele a pasión y hoy estoy
apasionado.
Ahí la
veo, 32, exige lectura de Cortázar. Leo bastante, Cortázar no, pero leo.
¿Aceptará
45 años? Mitad vivida, mitad por vivir
(soy
optimista).
Llamo.
No es muy lejos. No tarda. Tiene linda voz. El perfume de mujer se huele en el
aire. Suena el timbre. Está ahí: pechos de paloma, piel liviana, verde mirada.
Desafiante, segura.
Cierro
la puerta.
-
¿Tomamos
algo?
-
Si,
claro, lo que quieras.
Tanteo
la botella de whisky sobre el barcito. Sirvo.
-
Bueno,
¿te parece si empezamos?
-
Si,
claro, quiero el mejor recuerdo de Venus esta noche última, aunque recorra el
mapa de tu figura sin la mirada. No soporto la luz.
-
¿Apago?
-
Me
da igual, el velo de mis ojos me permite imaginarte. ¿Y mañana? No se, mañana
me despertará la noche de una vez y para siempre.
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