viernes, 9 de marzo de 2018

Relato:CIELO TURQUESA (EN RECUERDO A LA MASACRE DE RUANDA, OPERACIÓN TURQUESA, 1993/94)




Me llamo Macayle.
No tienen idea de lo que me costó decir esto por primera vez, en este país. No sabía una sola palabra cuando abandoné mi Ruanda natal. Mi nombre significa “ de fuerte voluntad, ardiente” . Y si, debe ser así porque si hay algo que tengo en esta vida es la voluntad. De otra manera no hubiera llegado donde estoy. Soy alta, morena y de ojos grandes, mi pelo está enrulado y largo, y siempre estoy sonriente.

 Seguramente ustedes escucharon pocas veces hablar de Ruanda. Es tan lejos…
Yo nací allí, en un lugar llamado Gishwati, donde alguna vez hubo un bosque muy hermoso, repleto de libélulas brillantes que revoloteaban a nuestro alrededor.
Nuestra casa, una humilde choza de madera, fue construida por mi abuelo, Modou Rufugi. Eramos una familia muy pobre, pero teníamos la instrucción necesaria como para sobrevivir en nuestro país, a pesar de los problemas que se venían desarrollando por aquellos años. Por esa época yo era apenas una niña.

El grupo de los tutsis, estaban en pelea constante contra los hutus. Muchos de nuestros amigos y familiares debieron huir para no ser asesinados. Ese odio era antiquísimo, y lo mantenían vigente sin pensar en las trágicas consecuencias.
Familias enteras muertas en sus propias casas, mujeres violadas y más de 5000 niños nacidos de esas violaciones, también asesinados.
Todo se había transformado en un infierno, en el que no quería vivir. El año 1994 se convirtió en el Apocalipsis y muy pocas partes del mundo se hacían eco de nuestro dolor.
Cien días transcurrieron desde el comienzo de las matanzas, cien días con el olor a muerte sobre nuestros cuerpos, cien días con hambre, rodeados de soldados que intentaron evitar aquel genocidio y mantener la paz .

Se escuchaba hablar de un hombre, llamado Dallaire. El sería el enviado para enfrentarse a Paul, el comandante rebelde tutsi responsable de las matanzas.
Tengo en mi memoria las tardes en el lago, recogiendo los peces que veíamos en el agua transparente, las montañas allá a lo lejos que nos hacían soñar con un mundo diferente.
Siempre pensé que abandonaría mi pueblo siendo mayor, jamás por una guerra tan inútil.
Y acá estoy, tan lejos de mi tierra, pero feliz. Ahora digo eso, claro, cuando ya me establecí en esta enorme ciudad tan diferente de Gishwati. Diferente no solo por su paisaje, sino por su gente.

El hecho de ser una persona de color, no me facilitó para nada las cosas, pero con el paso del tiempo, se acostumbraron a mi “extraño tostado africano”, como me dice mi amiga Jennifer.
Cuando estaba en aquel avión , imaginaba cómo sería este lugar, del que tanto me habían hablado los oficiales del consulado. Había sido becada para estudiar, por mis altas notas en la escuela y por la extrema pobreza de mi familia. Ellos, quedaron allá, con la esperanza de que algún día pudieran reunirse conmigo.

Cuando llegué a Buenos Aires, me llevaron directo a la Embajada. Allí me recibió muy amablemente un señor que me explicó las razones por las cuales no había podido viajar la familia completa. Días más tarde, ya estaba sumergida en ese mar de gente que caminaba sin mirarse a los ojos, apabullada por el ruido de bocinas y luces de colores que me perseguían hasta enceguecerme.

La gente del consulado me reunió con una profesora de español que había estado viviendo en Kigali, la capital de Ruanda, hasta que comenzaron las matanzas. Ella decidió escapar  a Argentina, trayendo una larga lista de amigos a quienes hoy sigue contactando, pero con un gusto amargo, de haberlos dejado en aquel lugar de cuerpos inertes que habitaban las calles.

Ha pasado ya diez años, y logré mucho. Establecida en una pequeña casita a pocos kilómetros de la gran ciudad, con un trabajo estable que me permite vivir dignamente y pudiendo expresarme de forma correcta en el idioma que años atrás no comprendía. Cuánto tiempo me costó entender a la gente que me hablaba en otro idioma en aquella casona de estudiantes. Algunos creían que era muy tímida porque apenas abría la boca. Mi mayor miedo era decir algo inconveniente por no saber .

El lugar donde vivo ahora es tranquilo, las casitas son bajas, muchos habitantes son descendientes de europeos: italianos, españoles, alemanes. La mezcla casi ni se nota. Todos están ya establecidos y generalmente sus familias viven cerca unas de otras. Son muy amables y me hicieron sentir muy cómoda a pesar de las diferencias culturales. Al principio, claro, no fue fácil ver una “negra” en un lugar donde no existían, pero ya formo parte del barrio. Hace poco supe que había una familia africana viviendo cerca de casa, que había estado en Madrid hasta hace un año atrás, cuando se quedaron sin trabajo y decidieron viajar aquí a probar suerte

Agradezco mucho haber conocido a quienes hoy son mis amigas, que mi familia esté un poco mejor y que ya quede en el recuerdo aquel mundo de violencia. Anoche viendo tele, supe que habían arrestado a cuatro hombres en Gran Bretaña, por el genocidio de 1994, y fueron extraditados para ser juzgados.

Cómo me gustaría estar sentada descalza, en el borde del lago Victoria, y sentirme una ninfa entre esos pequeños dragones de luz … Ya vendrá el tiempo en que volvamos a estar juntos, y poder recordar solamente los buenos momentos , intentar olvidarnos de lo malo, de todo lo que pasaron ellos …y yo.
Por ahora sigo haciendo mi vida aquí, esperando poder terminar de juntar el dinero para traer a los míos. Se que no se van a quedar mucho tiempo. Es muy difícil para ellos dejar aquello, que es su vida, su tierra. El abuelo, a quien todavía están intentando convencer de volar, sigue firme a sus raíces, a su mundo, y dudo que alguna vez vuelva a verlo. Mis padres y mis dos hermanos menores están expectantes (creo que no pasará mucho tiempo más para que estén conmigo).

Pienso en formar mi propia familia, de hecho estoy saliendo con  Emmanuel, el menor de los hijos de quienes  viven cerca de casa. Quiero vivir aquí, quiero que mis hijos nazcan aquí, no olvidar mis costumbres, me gente y mi lugar. Me siento feliz por haber hecho todo lo que hice, pero extraño mucho a los míos y los quiero tener cerca.

Me llamo Macayle, doctora Macayle Rufugi, y pertenezco a  una agencia de ayuda a refugiados, y desde aquí, cada día de mi vida, ayudaré a quienes necesiten, por que yo también alguna vez sufrí todo eso, la guerra, el olvido, la pobreza.


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Turquoise sky
(in memory of Rwanda Massacre. Turquoise operation, 1993/94)



My name is Macayle.You have no idea what  did it mean to me, to tell my name in English for the first time in this country.

I didn´t know a Word when I left my Rwanda. My name means. “ strong willed, burning”. Yes, it must be so, because if there is something I have in my entire life is to be string willed. Otherwise I had never been here.  I´m tall, black -skinned, I have huge eyes, my hair is curly ad long and I´m always smiling. Surely you have heard a few times about Rwanda
It´s so far away…

I was born there, in a place called Gishwati, where any time there was a very nice Wood, full of shiny fireflies that flew around us.
Our house, a humble wooden hut, was built by my grandpa, Modou Rufugi. We were a very poor family, but we had the necessary instruction as to survive in our country, despite the problems that have been developed, in those years- By that time I was a little girl-
The tutsis group, was at war against hutus. Many of our friends and family had fled not to be assassinated. That hate was ancient and they mantained it current without thinking in the tragic consequences.
Whole families were dead in their own houses, women raped and more than 5000 children born from those rapings, also killed.

Everything was a hell, where I didn´t want to live in. In 1994 it became in an Apocalypsis and very few parts of the world echoed of our pain.
A hundred days  elapsed from the beginning of the killings, a hundred days with  the smell of death above our bodies, a hundred days with hunger, surrounded by soldiers who tried to avoid that genocide and to mantain peace.
It was heard to speak of a man called Dallaire. He would be the person sent to confront Paul, the tutsi rebel commander, responsible of the  killings.

I have in my memory the evenings in front of the lake, catching fishes we saw in the clear water, the mountains far away, that made us dream with a different world. I always thought that I would leave my village being an old lady, I have never thought that it will be because of a useless war.
And I am here, so far from my land, but happy. I say it now, of course, when I have settled down in this huge country so different from Gishwati. Different, not only by its pictures but by its people.
Being a coloured person, didn´t make things easier, but as time passed by, they got used to my “strange african tanned skin”, as my friend Jennifer says. When I was in the plane, I imagined how  would be  this place , about which the officers of the consulate had talked to me, I had been given a scholarship, because of my high marks at school and because of the extreme poverty of my family. They stayed there, with the hope of getting together son in a near future.

When I arrived Buenos Aires, I was took direct to the Embassy. I was received by a kind man who explained me the reasons because I couldn`t travel with the whole family. Some days after I was submerged in that sea of people that walked without looking at their faces, overwhelmed by the noise of horns and coloured lights, that pursued me up to make me blind.
People in the Consulate met me with a Spanish professor who had been living in Kigali, the capital of Rwanda, until killings began. She decided to escape to Argentina, carrying a long list of friends whom nowadays she is in contact, but with a bitter  taste: she had left them in that place of death bodies that lied in the streets.

Ten years had spent. I have  achieved a lot of things. I am settled in a Little house a few kilometers from the big city, with an important job, that let me live worthily and I can express myself in a correct way, in the language years ago I couldn´t understand.
How much time I tried to understand people that spoke to me in that students´ house. Some of them thought I was extremely shy because I hardly open my mouth- My fear was to say something inconvenient.


The place where I live just now is quiet, houses are low, many people are european progeny: Italia, Spanish, German. Everybody is established and their families live one near the other. They are very kind and they made me feel very cosy despite the cultural differences. In the beginning it was not easy for them to see a “black girl” there, now I am a part of the village. Some days ago, I noticed there is an African family living near my house, who was living in  Madrid a year ago, when they lost their job and decided ti travel here to try their luck.

I am very pleased for knowing my present friends, that my family is better, and that those violence moments are only in my mind. Last night, I was watching TV, I  heard that four men were arrested in Great Britain , because of the genocide of 1994, and they were extradited for being judged.
I would like to be in front of the lake Victoria, barefoot, and feel myself a nymph among those little fireflies… We will be together soon, and we would be able to remember only good times, we will try to forget bad times, and everything  they and me have suffered.
Nowadays I am here, waiting for the moment of having enough money to take my family here. I just know they will not be here much time. It is very difficult for them to leave all that, their life, their land. Grandpa, whom they are trying to convince of flying, is  

Firm to his roots, his world, and I hesitate I can see him again. My parents and  my younger brothers are expecting ( I believe they will be with  me soon)
I thing in having my own family, I´m with Emmanuel, the youngest son of those who live near my house. I want to live here, I want to have my children here buy I don´t want to forget my manners, my people, my place. I fell happy because I have made too much, I miss my  family and I want them closer.

My name is Macayle, doctor Macayle Rufugi, and I belong to a refugee assistant agency, and from here, every day of my life, I´ll help those who need, because anytime I have suffered all that, war, forgetfulness and poverty.


©Silvia Vázquez

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