TARDE QUIETA
la sala en tenue penumbra
invita al sosiego del alma.
Un jarrón sobre el piano
con rosas que perfuman
expresan que me extrañas.
El teclado me regala una sonrisa,
mis manos con amor recorren el marfil
y el ébano de su boca inquieta.
Adivina el enigma de mi cotidiano andar,
descubre lo más íntimo de mi esencia,
en mis venas recorren al azahar
arpegios y cadencias.
Surgen melodías por doquier
en esta tarde quieta,
el sol que aún afuera brilla
se cuela por las aberturas
y descubre las rosas amarillas.
Leonor Pires
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