¿Y después
qué?
Cuando una
es niña, va contando los años para saber cuánto falta para tomar la primera
comunión, o para el próximo cumpleaños, o para la fiesta de quince, o el viaje
de egresados. Quizá cuenta los años para saber cuánto falta para volver a
aquella playa donde disfrutaba tanto la arena y los juegos con primos y amigos.
Luego, se
cuentan los años, para saber cuánto falta para tener un novio o una novia
(aunque eso jamás se sabe), o para casarse, luego para tener hijos , para conocer
al actor o actriz que admiramos, para recibir un título, para comenzar el
primer trabajo, para cambiar ese trabajo por otro mejor. O quizá contamos años
para saber cuánto falta para jubilarnos, para poder terminar de pagar el
departamento o la casa, para hacer ese viaje soñado a otro país.
Muchas veces en lugar de años, contamos días, para cobrar el próximo sueldo, para recibir alguna visita esperada, para festejar un nuevo cumpleaños, o un aniversario. O podemos contar semanas, para ver cuánto queda del mes, que se hizo larguísimo.
¿Y después
qué?
Cuando
llegamos por fin a ese día, semana mes, año esperado, ¿qué pasa con nosotros?
Comenzamos a contar nuevamente para llegar a otras cosas o situaciones.
Y la vida
sigue, con más gente conocida, con menos gente amada, que se fue, que se alejó
de nosotros o que dejó de estar en este mundo.
La vida
sigue, con sus interrogantes, con sus inesperados momentos, felices y no tanto.
La vida continúa para que sigamos contando días, horas y meses, años y más…
Aprender a
disfrutar de los momentos pequeños, es lo que realmente debería interesarnos, y
no estar siempre pendientes de “lo que falta para…”.
Porque un
día cualquiera, de un mes cualquiera, de un año cualquiera, nos daremos cuenta
que la vida pasó, tan rápido como ese tren que una vez no paró en la estación y
fue hasta la terminal.
Pasó tan
rápido que conocimos a quien hoy amamos y si tuvimos suerte, también nos ama;
tomamos la comunión, o hicimos el Bar mitzvah, en tal caso, cumplimos quince
años, fuimos mayores de edad, aprendimos a conducir, pudimos viajar aunque sea
una vez, conocimos a ese actor o actriz que nos volvió locos, comenzamos y
dejamos muchos trabajos, conseguimos o no un título, nos casamos, o no, fuimos
felices o no, trepamos aquella montaña o nos tiramos desde el paracaídas,
navegamos en un rápido o simplemente disfrutamos de un atardecer.
La vida es
eso. Vivir. La vida pasa mientras estamos distraídos, mientras esperamos a que pasen
cosas y no notamos que esas cosas nos están pasando.
Hay que
sentarse, mirar alrededor y ver qué cosas de la vida ya pasaron y no nos dimos
cuenta. Qué cosas están por venir, que seguramente llegarán sin avisarnos.
La vida es
poder disfrutar de los pequeños instantes que hacen que nuestra vida, sea eso,
nuestra. Nadie más que nosotros la podrá vivir. Nadie más que nosotros sabe
cuánto hizo para que esa vida sea como es.
Vivamos,
disfrutemos, sigamos su recorrido sin esperar a lo que pasará. Lo que salió
mal, ya salió mal. No tiene arreglo. Solamente podemos aprender de eso y no
repetir el error.
Para
sentirse vivos, simplemente hay que estarlo.
©Silvia Vázquez
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