viernes, 16 de junio de 2023

Narrativa: La segunda del sur

 


 

Los ecos de la segunda del sur aún estaban vibrando en los cerebros de la gente. Si bien el día perfilaba soleado, todavía se olía el humo sucio y gris de los mirages que anoche taparon el cielo.

Por fortuna, los que traían los víveres no fueron atrapados por los “kelpies” que merodeaban en cada esquina de Florida, agazapados esperándonos. Eramos buenas presas y nuestros órganos, su alimento preferido.

Atacaban clavando sus garras en el medio del pecho, paralizando y arrancando el corazón sin el mayor esfuerzo. No se privaban de nada.

Ya había logrado escabullirme por la escalera del subte “B” . Era un buen refugio el viejo taller de reparaciones cerca de Lacroze.

En un par de días, ya eramos cuatro los que compartìamos el almuerzo entre ruedas pesadas y olor a grasa.

Los negocios tenían sus vidrieras rotas y podíamos servirnos sin que nos vieran, las pizzas que quedaron en los freezers del Imperio, y si teníamos suerte, alguna medialuna y masitas sobrantes en la heladera .

Caminé despacio para estirar las piernas. Volví temprano ese día, para aprovechar la caída del sol desde el techo de la bóveda de los Vilela en el primer pasillo de Chacarita.

Acomodé los colchones viejos dentro del ataúd superior y nuevamente compartí con ella la noche. Aunque no nos conocíamos demasiado, recordamos nuestra infancia en Agronomía, escabulléndonos entre las plantas secas de maíz al lado de las vías.

Esa noche  pude dormir en paz. Mi madre me había preparado de postre el arroz con leche.

Quien sabe si mañana algún “kelpy” clavará sus garras en mi pecho y de una vez por todas moriré, esta vez, definitivamente…

©Silvia Vázquez

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