La rutina.
Caminar sobre los mismos pasos“La vida cotidiana, en apariencia previsible, desmedidamente familiar, es la que encierra la posibilidad de los grandes descubrimientos que rompen con la costumbre.”Santiago Kovadloff
Elogio de la rutina
La palabra rutina es un préstamo (s. XIX) del francés routine “marcha por un camino conocido”, derivado de route (V. ruta ).
Tanto la danza como el entrenamiento deportivo se sostienen y desarrollan en rutinas prolongadas, repeticiones satisfactorias tanto para bailarines como deportistas.
Si bien, el filósofo Santiago Kovadloff en su libro “Sentido y riesgo de la vida cotidiana”, se refiere a la importancia de ciertas rutinas, muy necesarias en estos tiempos en los que la velocidad se ha vuelto un ideal, e implica ser soporte del deseo de otro, las rutinas, conservarlas o recrearlas, puede ser un incentivo porque gracias a ellas, muchos han ido encontrando un mejor lugar.
En su nota, Kovadloff comentó que para la humanidad que, en sus comienzos, vivía privilegiando cada día por todo lo que debía luchar para la supervivencia, la rutina ocupaba un lugar tranquilizador tan sólo por tratarse de una “tardía conquista de la especie”. Del caos al orden, gracias a la repetición de las tareas para poder vivir, pudo pensarse en un futuro mejor.
Pese al fastidio que suele producir cumplir con tantas rutinas, la rutina misma, no excluye ser creativa tanto como bien llevadera.
En el diario La Nación, Ideas, (30-06 del 2019) Héctor Guyot expresó dijo que la palabra rutina no sólo no es mala, sino que ayuda a enriquecer la vida transitando rutas conocidas.
Es cierto que tanto la publicidad como el marketing, siempre apuntaron a probar gustos distintos y que hoy todo pasa por vivir “experiencias” o ser otro, por un momento ¿Por qué? Porque es el mejor modo de escapar de nosotros mismos: creando, inventando, y repitiendo los mejores trazos en la pintura, en la escultura y, también, en el hacer el amor, en el que las rutinas por el conocimiento que se tiene del otro, incrementan el deseo.
De todas maneras, hay otras formas de rutina. Aquellas a las que se apegan los chicos, por ejemplo, tan importantes para el estudio.
En lo personal, gracias a esas rutinas yo aprendí a leer. Es que el aprendizaje se basa, entre otras cuestiones, en la repetición que nunca es igual porque siempre surge lo distinto. También aprendí la danzas clásicas, modernas, españolas y contemporáneas desde sus bases. El arte, en general, se realiza o se funda en la repetición o en las rutinas.
. “Necesitamos reglas, patrones, valores, tanto en soledad como en compañía” –dijo el psicólogo canadiense Jordan B. Peterson. A pesar de que “el orden puede resultar excesivo, y eso no es bueno, pero el caos puede anegarlo todo y ahogarnos, lo cual tampoco es bueno”.
Ludwig van Beethoven, comenzaba el día a las seis de la mañana, se preparaba un café, se sentaba en su escritorio y trabajaba en sus composiciones hasta las tres de la tarde, cuando almorzaba. A tarde realizaba una larga caminata a la que llevaba partituras en blanco para tomar notas sobre las ideas musicales que se le fueran ocurriendo.
Wolfgang Amadeus Mozart, empezaba el Día a las seis de la mañana y a las siete ya estaba listo para trabajar. Componía hasta las nueve de la mañana e impartía sus clases hasta la una de la tarde. Retomaba la composición y, luego de sus actividades sociales, finalizaba su día componiendo hasta la una de la mañana, para luego irse a dormir y comenzar de nuevo a las seis.
Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, tenía una rutina estricta que comenzaba a las siete de la mañana, desayunando y a las ocho de la mañana dedicaba a analizar a sus pacientes, tomaba una siesta al mediodía de una hora, se levantaba y tomaba su almuerzo. Salía a caminar a eso de las dos de la tarde por los alrededores de la Ringstrasse, que es una avenida de circunvalación que rodea el centro de Viena. A las tres de la tarde retomaba las consultas y análisis de sus pacientes hasta las nueve de la noche. Luego Sigmund dedicaba una hora y treinta minutos para cenar o dar un paseo con su esposa e hija. Luego de cenar a las diez y media, retomaba sus labores y se dedicaba a leer y escribir para algunas revistas.
Charles Darwin que postuló que todas las especies de seres vivos han evolucionado con el tiempo a partir de un antepasado común, mediante un proceso denominado selección natural fue un gran científico que tenía una extensa rutina diaria que comenzaba a las siete de la mañana, realizando un breve paseo de treinta minutos para luego desayunar.
Su jornada de trabajo comenzaba a las ocho de la mañana, era un hombre que se focalizaba mucho en sus labores. La mañana de Darwin se componía de espacios para la lectura de cartas por parte de su mujer quien en voz alta leía el correo familiar.
Esta actividad se realizaba entre las nueve y treinta y las diez treinta. Luego continuaba su trabajo hasta la once y treinta de la mañana. De ahí, paseaba a su perro Polly, almorzaba, leía el periódico, escribía cartas y tomaba una siesta. Luego se levantaba y realizaba otro paseo. Todo esto lo hacía entre las doce del mediodía y las cinco y treinta de la tarde.
Se tomaba unas horas para el ocio y se recostaba para escuchar a su esposa leer una novela, disfrutar de un té y jugar Backgammon hasta las nueve de la noche. Leía un libro sobre ciencia hasta la diez de la noche y se recostaba en su cama a resolver problemas hasta las doce de la noche.
Como pueden ver, los cuatro empezaban el día muy temprano y terminaban muy tarde. Pese a estar muy ocupados dedicaban un tiempo para realizar paseos, lecturas, incluso hasta dormir, estar con la familia o amigos.
Hoy, si bien la televisión, Internet y muchas otras cosas más, ayudan para que no sea fácil cumplir con los objetivos propuestos, no impiden avanzar en los mismos. Mucho depende de la voluntad y de la pasión de cada uno, para hacer y para crear.
Quiero concluir con esta reflexión de Franz Kafka:
“Lo cotidiano en sí mismo es ya maravilloso. Yo no hago más que consignarlo”.
Esta afirmación de Lao-Tsé:
“Un viaje de mil millas comienza con el primer paso”.
Y este sentimiento de Mario Benedetti
“Hoy fue un día feliz. Solo rutina”.
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