¿Qué vas a ser cuando seas grande? Esa era la pregunta del
millón cuando comenzabas el colegio, allá en el primer grado, (ni inferior, ni
superior, primer grado). El jardín no
era obligatorio así que apenas fui unos meses.
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Segundo grado |
Mi respuesta era siempre la misma: maestra. Torcí el
destino, o lo torcieron, cuando ingresé en el secundario y me recibí de “Perito
mercantil”. Jamás me gustó, por lo cual tampoco trabajé de eso, esquivé
cualquier posibilidad. Fui secretaria bilingüe, empleada administrativa, pero
jamás hice un balance ni un ajuste ni
nada de eso.
Como estudié inglés desde los 8 años, me ayudó mucho a seguir
torciendo el destino. Daba clases en casa, apenas con 4to año de estudio
aprobado. Seguía al mismo tiempo trabajando afuera, pero la vocación se
mantenía intacta.
Nací un 11 de septiembre, ¿estaba escrito?
Y así fue como, al nacer mi primer hijo, decidí seguir con
mi vocación y dejar de lado los aburridos papeles administrativos. Desde hace
más de 25 años enseño inglés, trabajo con los chicos y me siento muy bien, como
pez en el agua, sumado a mi “tarea” de escritora. Publiqué 4 libros y sigo
enseñando con mi mayor dedicación. Pasé
por varios colegios, muchos alumnos me traen a sus hijos (ahí es cuando noto el
paso del tiempo…) y sigo escribiendo.
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A las que me hicieron sufrir con los números, las tengo
presente, pero la verdad, no me han llegado tanto al corazón. Si, a las
profesoras a quienes me une la pasión de
la escritura, una de ellas María de Lourdes, a quien le dediqué mi tercer libro
y se emocionó muchísimo, como se hubiera emocionado Fanny, que ya no pudo
verlo. María de Lourdes nos llevó por primera vez al teatro, nada menos que al
San Martín, donde mis ojos no podían creer lo que veían, asombrados, llenos de
magia con “Cirano de Berjerac” o “La historia de la danza”; Liliana, que acompañaba mis
estudios de inglés, sumando esa parte de “conversación” que me faltaba, quien
nos llevó por primera vez a la Feria del
libro, ese mundo que jamás pensé conocer desde el otro lado del mostrador y que
fue uno de mis sueños cumplidos.
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Seño Alicia |
A todas esas maestras, que me dieron lo mejor de ellas y a
quienes llevo en el corazón, a todas las que cada día ponen lo que tienen y lo
que no: lápices, hojas, y hasta un sandwichito para llenar pancitas ruidosas,
un alfajor, un pañuelo para los mocos, una pastilla para el dolor de garganta, son
una improvisada peluquera de trenzas desarmadas , atadora de cordones flojos y
muchas cosas más. Esas que se llevan todo encima para armar una clase hermosa,
repleta de sorpresas y de imágenes, sin pedirle a los padres un centavo. La que
saca miles de fotocopias con plata de su bolsillo, la que trabaja las cuatro
horas de clase y sigue corrigiendo en su casa, y el fin de semana planifica y
sigue corrigiendo y en verano, no se toma los tres meses de vacaciones, sino
con suerte unos días cerca de casa, para no gastar mucho y el resto del verano tiene que ir al colegio
y no como muchos piensan que termina de trabajar el 5 de diciembre y vuelve el 5 de
marzo.
Uno de esos años de primaria, una de las maestras nos hizo escuchar esto, que jamás olvidé:
Todas esas “mamás postizas” que se brindan a chicos
especiales, que son psicólogas, mamás, hermanas, tías y que arreglan corazones
rotos también.
A todas ellas ( incluyo a ellos) que eligieron esa profesión
tan digna como tantas otras, quienes se levantan con fiebre y van a la escuela
para que los chicos no extrañen a la “seño” y que son tan mal pagas en muchos
casos y maltratadas psicologicamente , les deseo un día de alegrías, de regalos,
aunque sea una cartita y un dibujo, ya que eso es valorado como una joya y se
guarda por años dentro de una cajita “especial” que tenemos en casa.
Seños, profes, mujeres y hombres que enseñan, que brindan,
que aman, que recuerdan después de años “esas caritas que nunca más cambiaron”:
disfruten de lo que hacen, esa labor tan noble que todos y cada uno de nosotros
necesitó y necesita. La cultura y la educación es la base de toda nación, sin
ella, seríamos absolutamente pobres, no por no tener dinero en el bolsillo,
pobres de cerebro y de alma.
Perdón por lo extenso,pero son tantas cosas que recuerdo, que quiero dejarlas escritas para no olvidármelas jamás
¡Feliz día del maestro!
Silvia
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