sábado, 15 de mayo de 2021

Playas de antes

 

Antes de que se popularizaran los alquileres de casas particulares, fue muy común alquilar casillas de madera en la playa, de esas que cada año había que desenterrar. Alfredo Ricci, que pasó muchos veranos de las décadas de 1940 y 1950 en la que levantara la familia de su abuela, Fermina Cangeano, recuerda una playa diseminada de casillas, en algunos casos bastante próximas unas de otras, casi en hilera. Así veraneaban los Böhm, Wansart, Cosme Martino, Delucci, Degen, Marra, Soto, Vieytes, Uranga, Sinescalco, Platino, Carrara y otros. La posibilidad de construir en húmedo no existía porque no había cómo trasladar los materiales necesarios, y las casillas se podían levantar más o menos rápido.




Georg Böhm y su hija Puppi, fotógrafos de extraordinaria actividad en toda la zona durante medio siglo, han dejado documentado el proceso de construcción que rodeaba a estas casillas. Se necesitaban cuatro o cinco hombres para levantarlas, entre los que solían contarse Monsieur Bourell o un tal Trillo. Bellatorre aportaba detalles de ornamentación salidos del material que encontraba en demoliciones. Eran muy sencillas y algunas podían ser muy pequeñas. Cada diciembre había que desenterrarlas con la ayuda de varios hombres y a fuerza de pala, porque no había máquinas que se encargaran de esta tarea. Después de una sudestada fuerte, había que recoger algunos restos por la playa y proceder a reconstruirlas. Se vivía en ellas con lo justo: el azúcar, la yerba, bebidas y alguna cosa más que se conseguía fácilmente en el boliche de Smith; la carne había que ir a comprarla a Pinamar y el pan y las facturas salían del horno del Hotel Ostende, ese gran centro social donde muchos domingos también se almorzaban las pastas que preparaban los Pallavidini. Pocas casillas sobrevivieron a la gran sudestada del año 1950: la de los Wansart y la de los Faggionato, cuya hija Elena se casó con Arturo Frondizi, luego presidente de la Nación, quien veraneaba con su familia política desde la década de 1930. «La Elenita», considerada hoy un Monumento Histórico Provincial, es la única sobreviviente de aquellas casillas.”

➽ Fragmento del “Libro de huéspedes. 100 años del Viejo Hotel Ostende (1913-2013)”, una investigación de Eternautas
➽ Foto 1: Familia Faggionato y amigos frente a «La Elenita», 1940. Archivo Faggionato. Foto 2: El fotógrafo Georg Böhm y un grupo no identificado, alrededor de 1940. Archivo Böhm.

En General Madariaga todavía hoy la gente mayor recuerda con nostalgia a Ostende como «su» balneario. La mayor parte de los primeros habitantes de Madariaga provenía de General Lavalle, ese puerto ubicado sobre el litoral marítimo que había crecido al compás de la industria saladeril. Pero en el momento en que Pedro Luro decidió trasladar sus establecimientos de Lavalle a Mar del Plata —con pocas perspectivas de trabajo a la vista— muchos de sus pobladores optaron por reubicarse en General Madariaga, ya bien conectado mediante ferrocarril con Dolores y Buenos Aires. Algunos extrañarían más el pescadito frito que las olas del mar, pero lo cierto es que buena parte de estos flamantes pobladores se trasladaba todos los veranos desde General Madariaga hasta la playa de Ostende, como bien recuerda la historiadora y cuentista local María Rosa «Bocha» Arancedo. Viajaban en carruajes a caballo y fijaban sus carpas frente al muelle o cerca del hotel, porque por la noche el edificio permanecía iluminado hasta tarde, y al que llegara con un cable se le proveía electricidad para su casilla de la arena. El comedor del hotel daba de comer aun a los que no se alojaran y el pan salido de su horno se consumía en las casillas de los veraneantes.”


➽ Fragmento del “Libro de huéspedes. 100 años del Viejo Hotel Ostende (1913-2013)”, una investigación de Eternautas
➽En la foto: varones bañistas, playa de Ostende, 1927. Archivo Ruau


Información tomada del fb de Viejo Hotel Ostende
¡Gracias!

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